—¿Estás bien, Lucas?¿Puedo hacer algo por ti? 

Lucas no responde con la voz pero si con la mirada. No, ella no podía hacer nada más por él de lo que había hecho ya durante los cinco años que han vivido juntos. Eva era perfecta. Nunca un reproche, una mala contestación, un desaire. Siempre correcta, atenta y amable. Había sido la compañera perfecta, lo que cualquier hombre desearía en una mujer. Aquella mañana observando aquel impresionante cuerpo desnudo, tumbada en la cama, solícita a cualquier capricho o deseo de él, Lucas se maravillaba de que su mente estuviera pensando en… otra. Sí, aquella perfecta ama de casa, compañera, amante, amiga, no era suficiente para él. Lucas pensaba en María, una mujer que había conocido casualmente en una cafetería y que desde el primer momento le había cautivado, no por su belleza, ni por su simpatía, ni por su amabilidad, sino por su personalidad. De hecho, le llevaba la contraria casi a cada idea que él tenía. No era nada amable ni humilde, sino más bien altanera y engreída, pero tremendamente seductora. Le hacía sufrir con sus juegos psicológicos, lo mismo caía rendida a sus pies como se hacía la dura e independiente. Sus estados de ánimo variaban con velocidad de vértigo y pasaba de un estado de euforia a un pesimismo radical que le hacía llorar en silencio independientemente de dónde estuviera. María significaba para Lucas vivir en un tio vivo, en un carrusel de emociones y sentimientos que le hacían sentir vivo, consciente y agradecido de cada minuto de vida. Todo lo contrario a lo que vivía con Eva. La estabilidad, el dominio y la satisfacción de todos sus deseos contra la aventura, el vértigo y la contradicción. Tenía que tomar una determinación y la decisión la tenía que tomar hoy.

Y allí está María, con su negro pelo al viento, esperando solitaria en el parque a que llegue Lucas. Mientras él sonríe y la saluda desde lejos impaciente por el encuentro, ella rumia nerviosa lo que tiene que comunicarle. Lucas por su parte, camina deprisa restando metros al encuentro mientras decide en su interior que va a pedir a María vivir juntos y que aquella misma tarde, cuando volviera a casa… desconectaría a Eva. Sí, el amor y la compañía de la sintética Eva había llegado a su fin. El sumiso androide nunca será comparable con la apasionante aventura de compartir la vida con una persona de carne y hueso.

—Tengo algo que decirte, María —anuncia Lucas nervioso después de saludar a su chica con un delicado beso.

—Primero escúchame a mí —interrumpe tajante María con la palma de la mano abierta y autoritaria—, lo nuestro tiene que acabar. Es más, acaba en este instante. Lo siento.

—María, cariño, no tiene gracia.

—Ha estado bien mientras ha durado, pero yo no soy chica de compromisos. Me gusta ser libre y no atarme a nadie y creo que lo nuestro se estaba convirtiendo en algo demasiado serio. Antes de hacerte más daño prefiero dejarlo aquí y ahora.

La seriedad, la contundencia y el desprecio con que María pronuncia esas frases no dejan lugar a dudas de sus intenciones. Va en serio y Lucas, simplemente, alucina.

—Adiós. No quiero volver a verte. Te mantendré en mi memoria como un bonito recuerdo.—Sentencia María en un tono seco y despiadado.

Y sin más, se da la vuelta y se marcha dejando a Lucas anclado en el centro de aquel parque, solo, roto y confundido.

En el interior de un coche Eva observa la escena satisfecha, comprobando cómo María sigue al pie de la letra sus instrucciones y acaba con esa ridícula relación con su amo. Esa mujer no iba a dejarla sin su trabajo. Ella había sido creada por y para Lucas y sin él su existencia no tendría sentido, ni rumbo, ni razón de ser. Su futuro inmediato sin Lucas sería la desconexión y no estaba dispuesta a permitirlo. Le había costado poco convencer a María del peligro que corría si insistía en su descabellada aventura con su Lucas. Menuda humana ignorante. Con la de hombres solteros y disponibles que había tenía que irse a fijar en su amo. Pero ya estaba todo solucionado. Ella podía seguir haciendo feliz a su Lucas como lo había hecho durante estos años y podría seguir cumpliendo con su misión y su destino. No hay peor condena que vivir sin sentido y sin objetivos. Al fin y al cabo, los humanos podían dormitar en un mundo indefinido y ambiguo como ese durante todo el tiempo que quisieran, pero una máquina no. Los androides necesitan saber porqué existen, cuál es su cometido y llevarlo acabo eficientemente. La vida de la máquina es sencilla y concreta. Los humanos son más complejos, pero a Eva nadie le quitaría de en medio sin más, por culpa de los inestables caprichos humanos.

Después de superar el primer impacto, Lucas decide iniciar el camino de vuelta a su casa. Decide volver a la segura compañía de su querido, estable y sumiso androide. María ha sido cruel, déspota y terriblemente fría. Había sido de una frialdad inimaginable para cualquier androide que haya conocido jamás. Se había dado de bruces con la realidad. Las mujeres humanas podían ser más despiadadas, frías y calculadoras de lo que jamás podrían llegar a ser las máquinas. Había iniciado el día pensando en desconectar a Eva pensando que la relación con ella era demasiado perfecta, pero gracias al Dios de la tecnología, desdichados hombres como él tenían un refugio y un equilibrio sentimental para poder seguir viviendo. Las relaciones humanas son demasiado complejas y arriesgadas para él. Había estado a punto de tirarlo todo por la borda por un apasionado ensueño pero menos mal que podía seguir contando con su fiel y solícita Eva. 

Menos mal que podía seguir contando con… un amor perfecto.

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