Dos plantas de separación

Dos plantas de separación

–  ¿Qué prefieres, camisón o pijama?

–  Pijama, gracias.

–  Quizá te quede un poco grande, pero no tenemos más tallas.

–  No pasa nada, así estoy más cómoda.

Se desviste y se introduce en un pijama azul claro de segunda mano, recién lavado y planchado, y tan enorme que enfatiza aún más su cuerpo enclenque. Coloca la ropa cuidadosamente en el armario mientras la familia vuelve a entrar en la habitación.

Levanta un poco el respaldo de la cama y se tumba a esperar, pero esta vez no es la espera alicaída de los lunes y jueves por la tarde. Espera en la que, vinculada a la máquina desgastada que hace que su vida perdure, su sangre sumisa, como otras sangres en otros horarios, es filtrada en ese silencio avinagrado de una sala de hospital. Una espera en la que se pregunta qué pasó con la niña inquieta que era, que sublimó inesperadamente en una mujer lánguida, avejentada y sin esperanzas.

No, ahora es diferente. Recibió la llamada ayer por la tarde: Tenemos un donante. La paciencia y resignación que labró durante cinco años de hemodiálisis se esfumaron abruptamente mientras sentía que se corría la voz entre sus vísceras, quizá ansiosas por acoger al nuevo miembro.

Ésta no es una espera solitaria sino una fiesta. Toda su familia la acompaña, hasta su hermana pequeña, que ha venido desde París. El vocerío se desparrama desde la habitación al pasillo e invade otras habitaciones hasta inundar toda la planta en este día luminoso de primavera. Sus sobrinos juegan bulliciosamente y nadie les censura.

Abundan los ramos de flores y felicitaciones de compañeros y amigos deseando suerte para esta tarde, que es cuando recibirá el mejor regalo que podrían hacerle, por parte de alguien que nunca lo eligió.

Justo dos plantas más abajo yace un joven uniformado como ella, sobre una cama con el respaldo ligeramente subido. Su madre, entre gritos, lo abraza oprimiendo bruscamente su cuerpo inmóvil, víctima de un accidente mortal y recientemente desvalijado por el equipo médico de entrañas que serán recicladas.

Familiares, amigos, compañeros se recogen en esa habitación de hospital incolora de paredes desconchadas donde todas las ilusiones y proyectos han ido a morir.

Justo dos plantas más arriba una madre es feliz y nunca lo había sido, o nadie lo recordaba. Y su hija sueña con recuperar la libertad.

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FIN

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