Leonarda es mayor y es como la encarnación de un espíritu: muy delgada, encogida, como si no quisiera ocupar lugar en el espacio. Saca a diario a pasear a su perra Lea que es de tamaño mediano pero obesa. Ambas representan la misma edad, no se sabe quién de ellas hace andar más despacio a la otra, el caso es que se esperan mutuamente. Lea tiene adoración por su ama y esta adoración es recíproca. Se entienden de maravilla, Leonarda mantiene con ella conversaciones interminables. Verlas pasear es todo un espectáculo. Nunca se utiliza la correa, Lea va suelta y decide el camino a seguir. Cuando vuelven a casa, después de una buena hora de paseo, las dos están agotadas y dormitan, cada una en su sitio acostumbrado.

El lugar preferido para el paseo es la playa, una playa de piedras donde es difícil andar, y cuya limpieza no es una prioridad para las autoridades, en cuyas aguas la perra se baña cada día salvo si las olas son fuertes. Después del baño le encanta rebozarse en la poca arena que hay, ante la mirada complacida de Leonarda.

Allí coinciden con Emiliano, cumplida ya la cincuentena, que tiene un problema en una pierna consecuencia de un accidente de tráfico terrible ocurrido muchos años ha. Va con dos perritas a las que adora. Es una persona muy educada y pasea con gusto hablando y contando anécdotas divertidas que hacen reír a Leonarda. Estos encuentros suelen ampliarse con Elena, en los sesenta, guapa y elegante que, aunque no tiene perro, los adopta con gusto al igual que a los dueños. Se une a ellos Laura, los cuarenta o quizás los cincuenta, divorciada también, que no está resignada con su vida. Tiene un perro muy inteligente y activo, causante del encuentro.

Con el tiempo, han aprendido a conocerse, una frase, una anécdota, una pregunta y una respuesta, hacen que cada uno sepa mucho de la vida de los otros. No se advierten quejas de nadie pero, la necesidad de compartir ese rato en la playa, dice mucho de sus soledades respectivas.

La verdad es que no se ven todos cada día pero siempre coinciden algunos de ellos. Leonarda es la más discreta. Suele contar cosas de su vida pero nunca de su intimidad. Es alegre y sabe escuchar muy bien a sus amigos consiguiendo buena información. Tiene una idea bastante precisa de cada uno de ellos.

De Emiliano sabe que tiene una hija que vive con su pareja en otra ciudad, esta hija es su vida e ilusión y con ella se entiende de maravilla. Su ex mujer fue nefasta para él, cuando tuvo el accidente gravísimo lo abandonó y le hizo todo el daño posible. Luego Emiliano conoció una chica de la que se enamoró y de la que fue correspondido pero, por desgracia, ella sucumbió a una terrible enfermedad. Por todo consuelo, le quedó su hija y sus dos perritas a las que brinda sus cuidados y cariño. No puede trabajar por su estado físico pero siempre está atento a ayudar y ofrecer palabras amables a Leonarda y las demás.

Elena había sido peluquera. Se esfuerza por ser alegre y animada pero, sufre su soledad y se agarraría a un clavo ardiente para salir de ella. Su vida ha sido un cúmulo de desgracias: un divorcio cruelísimo, conflictos increíbles con una familia complicada y una lucha casi perpetua contra el cáncer. Considera que comer convenientemente ayuda a mantener una buena salud y no duda en dar consejos a Leonarda para quien la comida no importa demasiado. La ha adoptado e intenta protegerla y ayudarla. La considera una amiga y escucha sus sabios comentarios con religiosidad ¡Necesita tanto tener a alguien! ¡Su trayectoria ha sido tan dura! No tiene estudios superiores pero conoce la vida y ha hecho lo que ha podido para amansarla y sobrevivir.

Laura es la más joven. Quiere rehacer su vida y cae en depresiones frecuentes. No se resigna a estar sola y quiere encontrar a alguien que la acompañe en su periplo. Tiene un trabajo basura y está estudiando para mejorar su situación. Leonarda siempre intenta razonarla y animarla. La hija de Laura estudia fuera, gracias a la ayuda de su padre. Cuando viene a ver a su madre, pasada la alegría de los primeros días, ambas se sienten privadas de la libertad de la que gozan normalmente. Durante el confinamiento tuvieron sus dificultades pero acabaron entendiéndose.

Después de ese encierro cruel, el primer día que coincidieron ¡había tanta emoción contenida! ¡Nadie nombró los días interminables pasados en silencio! ¡Nadie dijo los miedos de no volver a “vivir”! Pero tras su pudor, tras el brillo de las miradas se veía el alivio de haber recuperado algo esencial. Ahora parece que están más unidos, si cabe.

Hoy se han encontrado todos menos Leonarda. Es extraño porque nunca falta, es la más asidua. Se preguntan si se sentirá mal. Elena le manda un whatsapp que no obtiene respuesta. Al día siguiente, sin previo acuerdo, vienen todos a la playa. Leonarda sigue ausente. Elena la ha llamado la noche anterior sin obtener respuesta. La verdad es que nadie sabe dónde vive exactamente ni dónde preguntar. Saben que tiene una hija en el extranjero. Se dan cuenta que de ella saben muy poco mientras saben mucho más de ellos. Deciden ir hacia donde más o menos creen que vive. Encuentran a una persona con un perro y le preguntan. Por suerte es un vecino de la comunidad en la que vive Leonarda y les indica cuál es la casa. Llaman y… nada.

La muerte ha hecho de las suyas. La policía encuentra a Leonarda sentada en un sillón, sin vida desde hace dos días. Lea está junto a ella en un estado de postración. No ha comido ni bebido a pesar de tener sus boles llenos. Unidas en este final.

Por la tarde, una multitud espera en las afueras del tanatorio. ¡Cuánta gente la apreciaba!

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