De serendipias y blabacares

De serendipias y blabacares

#bocadillo


El joven del Kia se desesperaba y yo lo observaba con atención desde el asiento de atrás.

—Si no aparece en tres minutos, nos largamos —me dijo en tono histriónico. Ni contesté. No tenía prisa, ya no. Me había prometido que la cera que le quedase a mi vela la consumiría despacio. En esas estaba.

Aquel elegante donjuán con perilla incluida golpeó suavemente el cristal cuando «Luis_85» se disponía a arrancar.

—¡Ya era hora! Porque eres «Fernando_65», ¿verdad? 

—¡Para todo el día! —respondió ese maduro que estaba para mojar pan. 

Luis no hizo ademán de salir a ayudar, así pues, Fernando se peleó con su equipaje en el maletero mientras una servidora rezaba para que no hiciera de copiloto y, de ese modo, viajase a mi lado.

Dios escuchó mis plegarias y, a la altura de Alcalá de Henares, el tercer ocupante ya iba dormido utilizando mi pecho izquierdo como almohada. No me importaba tal intromisión; de hecho, ese contacto despertaba a mis hibernadas hormonas. La soledad y la madurez casan cuan matrimonio mal avenido, y no queda otra que anhelar momentos conforme el que estaba disfrutando.

Cruzando Zaragoza, se despertó y me miró.

—Perdona, no me he dado cuenta.

Sonreí.

—¿Viaje de placer?  ¿Compromisos?

—Un poco de las dos —me contestó con aires de misterio.

Ojos verdes custodiados por una piel morena y curtida; pelo generoso y salpicado de canas; cuerpo delgado con la memoria de los esfuerzos de antaño; telas elegantes, pero no de marca. Sin  embargo, fue su mirada directa y limpia lo que me encandiló.

—¿Nos hemos visto antes? —me preguntó llegando a Lleida.

—Creo que no, aunque no me hubiese importado haberte conocido con veinte años menos.

Yo no soy así, empero, me salió de dentro. Él tampoco se achantó.

—Si no fuese porque esta noche tengo boda, te invitaría a cenar.

—¡Qué casualidad! Yo también voy a un casamiento. Soy la exmadrastra del novio. Parecida a la del cuento. 

—¡Espera! ¿No te llamarás por casualidad Elena?

—Sí… ¿Acaso eres adivino?

—Únicamente soy un viejo trotamundos que en esas celebraciones maldice vivir solo y no haber fundado una familia. ¿Sabes? Mi sobrina, la futura esposa de tu exhijastro, me adelantó que en el banquete me sentarían junto a una tal Elena Cifuentes, y que ojalá ella acabase siendo la chica de mis sueños. Parece que el destino ha querido hacernos un guiño.

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