Asi lo imagino:

Tus ojos bonitos sonríen y estando tan cerca disfruto el placer casi olvidado de verme en su reflejo. Te detallo, tus pecas me saludan y el lunar de tu cuello se asoma para verme. 

Mis manos ansiosas saltan al encuentro con tu rostro y mi dedo pulgar se desliza suavecito por tus mejillas acariciándote. Y mi espíritu conoce el sosiego que siente el viajero cuando vuelve a su lugar después de un viaje interminable. 

¿Habrá memoria en la piel? ¿Será una nueva experiencia o viviremos de nuevo aquellas sensaciones? 

No lo sé, sólo se que te tengo frente a mi y quiero congelar el tiempo para que no se me acabe. 

Tu olor me abraza, me atrapa y me magnetiza. Y sin darme cuenta ya estoy tan cerca que siento el calor de tu exhalación rebotando en mi boca inundada de ganas, ansiosa de la tuya. 

Solo entonces, tu labio y el mío se tocan. Suaves y esponjosos. Y la punta de mi lengua se cuela tímida pero ansiosa en un roce sutil para encontrarse con tus sabores. 

Me derramo, y te derramas… Y despacito nos bebemos las ganas, ahogamos los kilómetros, empapamos el mundo de nosotros. 

Justo en el instante en que mi labio toca el tuyo, en el que mi mano acaricia tu mejilla y mi brazo se aferra a tu cadera apretándote hacia mi, una explosión de energía invade el mundo, como una bomba atómica que estalla, no para destruir, sino para dejar que florezca el amor más bonito del que se tenga noción. Ese que ha vivido escondido y de incógnito todos estos días. 

Y entonces, como una revelación, entendemos que no hay fuerza sobre la tierra que me aleje de la misión de ser aderezar tu felicidad y de que tu salpimientes la mía. Y como en una profecía que se cumple, el universo entero se estremece con el fogonazo de un amor que encandila, y la vida entiende que no hay otro final que nos siente mejor que aquel en el que estamos juntos. 

Se que es un sueño, pero lo he soñado tantas veces y con tantas ganas, que podría detallarte con total precisión tus texturas, el retumbar de mi corazón latiendo tan fuerte que vibra en la boca de mi garganta y el sobresalto que sucede cuando tu labio y el mío, sorteando imposibles por fin se encuentran tras esta pausa de tantos años.

Se que es un sueño, pero soñar es lo único que mantiene vivo el pulso bajito de la esperanza.

Ojalá tu nunca dejes de soñar.

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