Algunas líneas a Pamela.

Algunas líneas a Pamela.

Luis Valdés

28/08/2017

Sé que recuerdas los días pasados como yo los recuerdo, mi querida Pamela. Yo fumaba cigarrillos mientras tú escribías una novela con el impetuoso anhelo de ganar un premio y desterrarte de nuestro pueblo natal situado en aquellos verdes montes que cada año en el mes de julio se inundaban por las fuertes lluvias torrenciales que azotaban la región. Te confieso con el alma que siempre quise lo mejor para tí y para Michelle, que mientras me reprochabas con humillante desdén el porqué de mis miserables ingresos, el porqué las familias acaudaladas podían costear ropa cara para sus hijos y yo no, que ya estabas harta de la pobreza y ensuciarte los zapatos con lodo, yo expresaba un aire de culpabilidad y te decía que pronto iba a poder costearte ropa cara, que solamente esperaba un golpe de suerte, que ya me iban a elevar el salario y a la vez lloraba en el interior como solamente saben llorar los muchachos pobres (tragándose el llanto momentáneamente y luego salir a la calle con el pretexto de ir a comprar pan y después ocultar las lágrimas entre la lluvia).

Tantos días charlando sobre nosotros y en realidad nunca me conociste, no te culpo, sabes. Solamente te recuerdo que siempre di mi mayor esfuerzo para darte una vida digna, pero limitada de las comodidades que a tí te gustaban, también te confieso que ya me hacían falta algunos pares de zapatos porque los que traía tenían agujeros en la suela del tamaño de una moneda grande y no quise comprarlos porque implicaban un gasto más, si lo hubiera hecho te habrías enojado y en el acto, miles de rabietas a nuestro alrededor se hubiesen manifestado por tu parte. Estabas molesta conmigo por ser como era, por comprar cigarros en vez de leche para Michelle, de siempre escuchar a Paul McCartney en la grabadora cada que llegaba del trabajo, pues no tenía otro disco, no me gustaba la música convencional entre las multitudes.

Sé que también tienes presente que el día veinticuatro o el día del golpe de suerte, fuiste la mujer más feliz del mundo, nunca olvidaré la asombrosa expresión que se dibujó en tu rostro al ver en mis manos un puñado de centenarios (antiguas monedas mexicanas acuñadas en oro puro), que el mismo día compramos whiskey y nos emborrachamos hasta perder el juicio por el simple capricho de celebrar nuestro radical cambio de vida y que te conté que un tío mío me había ofrecido el sencillo trabajo de ir a derrumbar una casa vieja situada en su domicilio, me salieron llagas en las manos por el esfuerzo realizado al cargar el mazo y derrumbar la vieja vivienda y que cuando derrumbé la última pared, cayeron en el piso esas monedas que estaban incrustadas entre los adobes, me emocioné mucho y de inmediato fui a la casa a mostrártelas.

Cambiaste mucho, querida, ya no te enojabas tanto, ahora ostentabas con orgullo mi apellido, ahora la soberbia que causa el tener dinero en las personas débiles como tú te carcomía tal como hacen las polillas a los muebles finos de madera, me desilusioné mucho al saber que te descaraste al comprar cosas caras en los centros comerciales y humillar a la gente de bajos recursos, de tirar prácticamente algunas monedas en los pies a los indigentes y decirles que se pusieran a trabajar para que supieran lo que es ganarse el pan de cada día con esfuerzo y saber valorarlo. En fin, nunca te supieron educar tus padres, muchos menos un pobre diablo como yo (apelativo que usabas para referirte a mí en muchas ocasiones). También te confieso que fui un estúpido al enamorarme de tu cara bonita en mis tiempos de adolescente y nunca ver el ser tan ruin que se escondía detrás de ese porte de modelo, como también sabes, yo pertenecía a una familia de ingresos económicos altos y por eso te fijaste en mí, pero que al terminar mi carrera, mis padres me echaron de casa aun sabiendo que una criatura se formaba en tus entrañas y que con mucho dolor me dijeron >>Ya eres un hombre, cabrón, sobrevive como puedas y aprende a vivir porque no te seremos eternos<<. No culpo a mis padres, al contrario, les agradezco el empujón que me dieron para aprender a valerme por mí mismo. Jamás comprendiste que también lloraba por la situación que tenía encima y lo que implicaba el ser padre a una edad tan temprana, sin un trabajo, sin esperanza de nada, de repudiar con el alma la maldita sensación de ver como el mundo se te viene encima y que las personas que en algún momento llegaste a considerar tus amigos, hermanos del alma te nieguen el apoyo ¡Resulta ser horrible!

Me resulto más horrible el ver como de un tiempo a la fecha te demacrabas, tus ojos se ensangrentaban, no querías comer y jamás respondiste a las interrogantes que formulaba con el objetivo de saber que te aquejaba, que te dolía.

Recuerdas con extrañeza y vergüenza la ocasión que yacías en el suelo de la sala convulsionando por una sobredosis de cocaína, bien lo sé. Que me dolió mucho el anexarte en un centro de rehabilitación para drogodependientes, lugar donde actualmente te encuentras.

Pronto saldrás, querida, según el doctor Torres, me informa que llevas un gran avance, pero que los daños a tu cerebro son irreparables, por consiguiente has perdido el habla por el resto de tu vida. Por eso te mando éste escrito, para que sepas que aún te quiero, que Michelle ya asiste al preescolar y es una niña sobresaliente. También quiero decirte que pronto podrás ensuciarte de nuevo los zapatos de lodo porque un poco del dinero que nos quedó lo destiné a los necesitados y otro tanto a un ahorro para costear los estudios superiores de nuestra hija.

Te esperamos pronto por acá, ahora ya no me dirás nada y mucho menos me criticarás por ser un pobre diablo, a no ser que lo escribas con letras grandes en el cuaderno donde solías escribir la novela que jamás terminaste, bien sabes la razón.

Adiosito…..

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