ABRIL 9

Una historia de amor, una historia de siempre.

La que almacenó los mejores recuerdos,

la que nos hizo brillar y mantuvo latentes,

la misma que derribó nuestros bloqueos,

la misma que emerge como gotas

y humedece no solo nuestro rostro.

Un amor que se enquistó en un corazón adolorido,

ese mismo corazón que se cerró a la vida

que erigió su razón como único corazón,

sin entender entonces en aquella juventud opaca,

que la vida brilla con luz de otros,

y que somos una partícula en el universo

que se contempla con la plenitud de su sol,

que es nuestro propio acople a la firmeza de la vida misma.

Como siempre, en muchos de mis días,

comparto todo el dolor de esta soledad con el papel,

con sus líneas cómplices, con la noche también.

La soledad y el dolor del mundo es tanta

que no quisiera perturbar sus conmociones

con un sentir tan insignificante como este,

pero al mismo tiempo como duele:

para un corazón tan débil como el mío,

que aún cree en la sensibilidad,

y en la idea de la armonía y la energía del universo,

que aún vibra con el perfume de las rosas

y el canto del universo obnubila mis ojos siempre.

Abril 9 de 2017

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