Invierno quince. 
Me cautiva cuando tus ojos café se fijan en mi piel, entonces todos mis problemas simplemente se ausentan.
Me cautiva la manera en que logras que tu risa entone en mis oídos como una melodía clásica, dulce y alegre.
No sentí aún la amargura de gozar oír tu llanto, que si bien suena perverso, entibiaría mi corazón.
Me cautivan tus arbitrariedades, tu locura, tu aroma…
No sobrellevo la inquietud de quererte conmigo ahora, en esta fría noche, en la litera donde permanezco sentada, donde discurro a estas horas más que en ninguna, que te amo desmedidamente.
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