Las estrellas engalanadas por el frío de la noche

sucumbían ante los arreos de soñadora,

buscaba paz en el balcón donde los sueños se pierden,

se incorporaba a su desapego de seducción,

contemplaba desde lejos el fuego de la chimenea

y sus ojos brillaban con tanta desesperación,

se ha sabido que pocos le quieren,

pero los que le quisimos,

tajantemente fuimos volados por el Viento del oeste,

ese que trajo consigo desgracia, suspicacia y dolor

a un par de locos empedernidos,

alterando su cosmovisión.

Con saña torturó nuestros corazones idiotas,

pactando esperanzas que nunca se cumplieron,

pues no decía nada.

Sus ojos verdes y fríos seguían contemplando estrellas

mientras una rondalla que apenas se escuchaba en el tiritar de la noche

cantaba sus dulces melodías:

<<Ah, que mujer tan complicada, vengo con toda mi rondalla a pedirte perdón>.

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