–Esta mañana hablé con el juez–Dijo el abogado

  –¿ Y que le dijo ?–Preguntó Aengus , que estaba esperando un arreglo para no ir a juicio.

  –Que piensa que necesita más.

  — Les conté todo lo que sé…Nombres, lugares códigos…

  –Si, y él lo sabe…Piensa que será una sentencia simbólica.

  –¿ Me encarcelarán ?

  –Una cárcel abierta con supervisión policial.

  –Me clavarán un cuchillo…Ese accidente en la cocina…Como me miraban…

  –El juez se pregunta si usted sabe algo de deposito de armas, bombas…En fin logística en general de la organización.

  –Sé de un deposito de armas enterrado en un terreno baldío.

  –Eso será la diferencia entre cinco años de cárcel y nada.

  –¿ y que tengo que hacer ?

  –Yo hablaré con el juez, y a usted lo llevarán a la oficina del director para armar el operativo de búsqueda.

  Jose sintió un alivio que relajaba cada uno de sus músculos, el abogado se fue y en cuestión de minutos entraron dos guardias y lo llevaron a la oficina del director, Jose, según lo acordado, señaló en el mapa el lugar.

  Pero quiero contarte quien era jose. Tal vez pensarás que tenía una historia de penurias económicas y necesidades básicas insatisfechas. No, Era de una familia adinerada, en su niñez tubo los mejores colegios y los juguetes más caros, en su adolecencia, autos deportivos para pasear a mujeres hermosas cuidadas con las mejores cremas. Entonces te preguntarás cuales era sus intereses al incorporarse a una orga. Simple, enfrentamiento generacional, culpa, odio a su clase social…Y podría seguir, pero no quiero aburrirte.

  Suceda habitualmente, que los trabajadores ya tienen sus propios problemas, sus angustias de supervivencia, con un salario, que en algunos casos resulta insuficiente. Un joven instruido en los mejores colegios, suele tener inquietudes sociales, justamente por la rebeldía que les provocan los profesores que tratan de ocultar esas angustias de las clases sociales más bajas. Aengus buscaba aventura, riesgo, conocer la adrenalina del peligro, fue por eso, que al conocer una linda chica que venía de un intercambio cultural desde un internado suizo, se dejó convencer una mañana en la cama después de habérsela cogido.

  Llegaba el verano, y con ello el receso estudiantil.

  La familia de Aengus tenia un campo donde criaba ovejas. Pidió permiso a su papá para ir al campo con su novia, el padre le dijo que si, que claro, que como no, orgulloso de las conquistas de su hijo. El casco del campo se convirtió en una «casa segura», y debajo de las ovejas, enterrado, esperaba el arsenal.

  Ya te dije que Aengus estaba en una situación muy comprometida, pero, al haber colaborado, esa misma tarde lo llevaron a reconocer el lugar donde habían enterrado el arsenal.

  Los policias estaban relajados, uno al volante de una ban, leía el diario, otros dos estaban cavando, y el tercer, vigilaba armado con un arma automática.

  –¿Estas seguro que es aqui ?–Preguntó uno de los polis, fastidiado porque tenía que cavar.

  –Si, claro, es ahí mismo–Respondió Aengus

    La tranquilidad de los polis se entendía, era una llanura, se podía ver acercarse a cualquiera a más de un kilómetro.

  A unos cincuenta metros de ellos pastaban la ovejas…Inflables!! con una fuente de calor dentro, por si alguien usaba una mira infrarroja, que explotaron con el primer disparo de los miembros de la orga, que mataron a tres y dejaron herido al cuarto, llevándose prisionero al delator, que tras una breve parodia de enjuiciamiento lo colgaron de un árbol, prendieron fuego la casa con bombas de retardo, mientras huían en dos autos.

  La misión estaba cumplida, los explosivos estaban colocados en los objetivos preparados para estallar, justo pocos minutos después que ellos estubieran volando hacia un destino seguro.

  Al herido, que se recuperaba en el hospital, lo fue a ver el jefe de inteligencia, le mostró unas fotos, en la que reconoció a una chica.

  El mismo jefe fue al aeropuerto acompañado de algunos agentes, y discretamente vigilaron hasta que la vieron sentarse en uno de los asientos a la espera de su vuelo. Sabían que habían puesto ya los explosivos, solo que no sabían cuales erasn lo objetivos.

  Con el pretexto de que una valija se había abierto, la llevaron para hacer la denuncia al seguro, la ingresaron a una oficina, y la interrogaron. No dijo nada.

  Sus cosas estaban en una bolsa de plástico, como indica el protocolo. Se las devolvieron. Una cadenita, aretes y un reloj de pulsera.

  El altroparlante del aeropuerto, que se escuchaba desde esa oficina, anunció la partida del vuelo de las 17 horas. Uno de los agentes se acercó al jefe de la inteligencia y le dio un papel, que este tiró con gesto abatido sobre un escritorio, mientras decía:

  –Ocho muertos y veinte heridos.

  –Estoy muy feliz de haber volado toda la corte suprema de justicia–dijo Bríd

  El jefe, de inmediato, tomó el equipo de comunicaciones, y el escuadrón antibombas salió a desactivar el explosivo.

  ¿Como pudo haber pasado esto?. Fácil, cuando le devolvieron sus cosas, le atrasaron cuarenta minutos el reloj.

  

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