Kavi. Asi se llamaba. Era gitano.

Nunca le había gustado la tribu, y esa noche sin luna era el momento de escapar.

Kavi tenía mujer, en realidad nunca la había amado, es mas, ni siquiera la conocía, era un matrimonio arreglado con una buena dote, formada por la moneda dura en la que ahorran los gitanos. El oro.

Muchas monedas habían venido pegadas a su esposa, Mexicanos, libra Elizabeth, Krugerrand, y otras varias que la familia pasa de generación en generación, parecen pobres, pero no lo son…¿Viste alguno tomando un café, o comiendo en un restó?, seguramente no, ni lo verás, pues ellos no malgastan el dinero como nosotros los «Payos», ellos hacen todo dentro de la tribu, carecen de vanidad, y les importa nada la moda, siempre van vestidos de lo peor, algo sucios, y con apodos del estilo de Petete.

Kavi era distinto. Miraba el mundo y quería pertenecer, ver a su esposa vestida de diversas maneras, depilada y perfumada…Eso no pasaría con Dika.

Esa era la noche, ya había tanteado a su esposa con la idea de escapar, pero Dika tomó una postura entre incrédula y delatora, por lo que él no insistió.

Esa era la noche. Kavi había cosido sobre su camiseta cincuenta bolsillos individuales en los que pondría de a una todas las monedas de la dote, de esta manera no se vería relieve, ni haría ruido.

Las había distribuido adelante atras y en los costados.


Esa era la noche.

Se levantó del colchón mas bien sucio que compartía con su mujer, y fue caminando despacio hasta la cortina que hacía de puerta de la habitación, sin recordar que Dika había puesto una trampa para ratas, que al pisarla gatilló sobre su pie, y no pudo contener un pequeño grito que despertó a su mujer.

Como les dije, los gitanos no toman café en los bares, no salen, y Kavi no podía explicar porque se levantaba en medio de la noche totalmente vestido…Estaba claro que se estaba yendo, pero ¿adónde?

Dika, despertada por el ruido, llamó a su padre a los gritos, a la vez que Kavi salía corriendo para ganar la calle, pero al querer abrir la puerta, se dio cuenta que estaba con llave, puso un pie en el picaporte para saltar, al tiempo que con una mano tomaba la pared…Con un grito se enteró que el muro tenía botellas rotas fijadas con cemento…Su mano comenzó a sangrar, se recostó sobre la puerta de chapa, y miró desafiante al padre de Dika, que armado con un revolver, lo apuntaba.

–Dispará, pero si no pueden matarme tus balas abrí la puerta, si no queres que mi poder te destruya a vos y tu tribu.–Dijo Kavi alzando la cabeza

El padre de Dika disparó tres veces al pecho de Kavi, que recostado en la puerta pudo absorber el impacto del 32 largo, incrédulo, disparó contra la botella de agua que colgaba del limonero, la que estalló en pedazos…Entonces le arrojó la llave, Kavi abrió la puerta, y fue hasta la esquina donde lo esperaba un amigo en su coche.


–Escuche los disparos–dijo su amigo el Payo

–Las monedas fueron el chaleco antibala–respondió Kavi mientras se envolvía la mano sangrante en un pañuelo un tanto sucio.

–¿Y si te disparaba en la cabeza?

–Es un riesgo que decidí tomar


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