Parte I: Inocencia

Bailando en el humo de la niebla, al amanecer.

Cuando la conciencia no sabe de su existencia.

Danzando bajo la sombra del manzano.

Girando bajo la mirada del reptil.

Bailando bajo el influjo del espíritu de Lilith.

Temiendo a Eva y su tiempo de servidumbre.

Bailando mientras escoge la cala más blanca.

Girando al son de alegres infantiles cantos.

Bailando, girando, danzando: felices tiempos llegarán,

de canciones alegres, de amor,

de frutos plenos y dulces bajo el sol.

Bailando, cantando, girando, amando, mi gentil lector.

Bailando, cantando, amando, mi bella dama.

Verano: tiempo de cerezas y más…

El tiempo de doradas hojas, de rojos árboles, de recuerdos,

ya se ha ido.

El tiempo de castañas asadas y de nieve ya está aquí,

querido amigo.

Bailando en la niebla de sueños destrozados,

hace mucho tiempo,

ahora, nuestra frente tocará el tiempo del dolor.

Despacio, lento, el camino que seguimos no tiene sentido.

El tiempo finalmente nos alcanzó.

Bailando, danzando, girando en la eterna danza

de una alegre vida, de un triste final.

Girando, danzando, bailando en la sagrada danza

de la vida, de la muerte, del renacer.

Parte II: El Dervish

Bailando en el humo de la niebla, al amanecer.

Girando en la sagrada danza del Dervish,

en la lejana Estambul,

que busca a su Dios: bailando, girando, danzando.

Allá estuve, a la sombra de la Mezquita Azul.

Buscando en mi alma el sentido de la vida.

Buscando a Dios como la última aventura

en una vida sin presente, sin futuro.

Entre libros indescifrables en el mercado, estuve.

Dejando pasar el tiempo,

saboreando lo amargo del amargo café.

En exótico palacio, poblado de fantasmas, estuve.

Mientras nos contaban acerca del Sultán

que dormía en un dormitorio distinto cada noche;

embargado por el miedo: a la muerte.

Allá estuve,

en el cruce de los caminos de civilizaciones

perdidas en el tiempo.

Contemplando el pasado.

El tiempo de doradas hojas, de rojos árboles, de recuerdos, ya se ha ido.

El tiempo de castañas asadas y de nieve ya está aquí, querido amigo.

Nuestra frente tocará el tiempo del dolor: despacio, lento.

El camino que seguimos no tiene sentido, en absoluto, me dices.

Bailando en la niebla de sueños destrozados, hace mucho tiempo..

El tiempo finalmente nos alcanzó.

Bailando, danzando, girando en la eterna sagrada danza

de una alegre vida, de un triste final.

Girando, danzando, bailando;

en la eterna sagrada danza de la vida, de la muerte,

del renacer.

Parte III: Dolor

Negra está la noche, no se ve una estrella en el cielo:

la luna le olvidó.

Oscuro día,

negras nubes galopan en cielo tormentoso: el sol le olvido.

No hay sonrisas ni perfumes en el aire: el amor le olvidó.

La quebrada, envuelta en costera bruma,

trae presagios de nuevos naufragios: la pasión le olvidó

Tu mente ida, ida en la debacle de traidoras artimañas

que nos juega la vida: tú le olvidaste.

Sola hoy, ante un mundo en ruinas, rodeada del mar,

que trae de vuelta en su alta marejada restos de viejos naufragios,

dejando en la playa sólo sus recuerdos,

ella siente que Dios le olvidó.

Hacia dónde tornar, cómo llorar, cómo gemir o gritar;

sin nadie para escuchar.

¡Oh, Dios de los cristianos!

¡Oh, Allah de los musulmanes!

¡Oh, Hekate Diosa de la Encrucijada!

¡Oh, Guadalupana!

Como el Dervish danzará para encontrarles en sus sueños

para rogar, orar, suplicar.

Como el Dervish danzará hasta encontrar a su deidad:

la deidad que le escuche.

Girará, girará, girará.

¡Oh Dios, que sola está!:

Parte IV: Desolación

Tú eras su reflejo en el viento,

Tú eras la lluvia que trae el verdor de nuevos pastos;

Tú eras un prado de flores mil.

Ahora, tu mente le olvidó.

Más el corazón de ella, obcecado:

no olvida.

No olvida la pasión en Paris.

No olvida el amor en Venecia.

No olvida la aventura en Estambul.

No olvida todo lo que tu ser fue, ha sido y es.

Stirling, Londres, la magia de México.

Frenética en su dolor, su mente recorre lugares, momentos:

una y otra vez.

En febril andar,

por caminos que ahora desaparecen en la sombra del olvido,

que desaparecen en la negritud de la noche.

En una noche sin estrellas, sin luna.

En un día sin sol, sin calor, sin amor.

Ella gira, gira, gira;

trémula, ansiosa, en desesperación.

¡Dios le olvidó! ¡Oh, desolación!

Oh Dios, no comprendes que era la conciencia de él

reflejando la suya en el espejo de la luna,

lo que el amor hacía.

¡Oh Dios, no sabes acaso que sin él,

su propia conciencia, muere de dolor!

¡Oh Dios, con que crueldad cobraste el karma de la vida!

Gira, gira, bajo las estrellas que no ve;

hundida en el marasmo de la vida.

Gira, gira bajo una luna nueva; antes de su renacer.

Gira, gira en la cima de esta quebrada

que día a día le habla de amores lejanos,

de amores perdidos más allá de los mares,

más allá de la profundidad del dolor.

!Que sola está!

Mejor está la noche sin estrellas, sin luna,

para que nadie vea su dolor mientras gira, gira;

en la danza infinita y sagrada de la vida:

Gira, gira, esperando la luna creciente;

esperando a Venus aparecer en el horizonte,

esperando saber que está más allá del olvido…

más nunca, más allá del amor.

Gira, gira en las tempranas horas de la alborada

con el sol naciente en un cielo azul

con la loica de rojo pecho, la diuca y el zorzal.

Los claros oscuros de la quebrada embrujadora,

en una tarde perfumada por efluvios marinos:

Tú, regando el pasto que no existe, en un terreno infértil.

Ella se pregunta:

¿Qué piensas en tu olvido, o durante tus chispazos de lucidez y conciencia?

Se dice:

es la oportunidad de reafirmar el amor;

amor que minutos después, tú olvidarás

¿Qué pasa con tu alma? Ella se pregunta.

Dile ¡Oh, Dios! dile que él aún la adora.

Gira, gira en la alborada del nuevo día.

Gira, gira bajo el sol ardiente que le abrasa el alma.

Gira, gira en frenética danza en noches sin luna.

Gira, gira, voluptuosamente, en noches de luna llena.

Más ahora, es tiempo de luna menguante:

lágrimas ya no quedan.

¡Oh, desolación!

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