Hace 36 años ocurrió en el pueblo de Chilpillas.

Mariela se encontraba esa tarde en su casa, tejía una bufanda para Lupita, ya le faltaba poco y sentía un poco de sed, pero no se levantó de inmediato ya que su amiga cumplía años mañana y había bastante retraso en esa bufanda que serviría de obsequio.

Trabajaba a marchas forzadas cuando aquello sucedió.

A las 16:12:03 el pueblo entero de Chilpillas presenció una explosión muy fuerte, subsecuente a un destello todavía peor; ese pueblo se iluminó como si una bomba atómica explotara en su espacio aéreo, pero no fue así, no explotó ninguna bomba. Hasta nuestros días ni la ciencia, ni el gobierno sabe explicar lo sucedido.

Mariela se desconcertó por la luz cegadora que inundaba su sala y luego de unos minutos de incertidumbre y desconcierto salió al patio de su casa a mirar: ya no había nada extraño en el cielo. Ella se sentía aturdida y mareada de tal modo que no notó un pequeño detalle en sus manos, sino hasta que entró de nuevo a su hogar… Sus manos estaban pegadas.

Los dedos de Mariela estaban pegados, su índice derecho se juntaba con su pulgar izquierdo y su anular izquierdo con su meñique derecho. Los miraba con asombro y miedo mientras desesperadamente trataba de separar sus manos, no lo logró, carne y piel se fusionaron, igual huesos, igual sus venas y arterias, casi como si desde que naciera hubieran estado así; ella lloraba y jalaba sus manos lastimándose cada vez peor.

Después de lastimarse mucho sus dedos y en su desesperación corrió al cuarto de su madre, ella dormía mientras “el accidente” se presentó, lo que sus ojos presenciaron fue aterrador: la fuerza extraña que fusiono los dedos de Mariela también actuó con su madre, esta lloraba, pero no podía gritar, sus labios estaban pegados, sus parpados también y no solo eso, dormía recostada de lado, así que su brazo derecho estaba pegado a su torso y sus piernas cual si fuera una sirena se convirtieron en una sola extremidad.

La pobre chica como pudo sentó a su madre en la cama y la abrazó mientras lloraban juntas; ella le prometía que todo estaría bien, en el fondo mentía, ya que no entendía nada de lo que pasada. Después de 15 minutos se tranquilizó, recostó a su madre y fue a ver a su vecina, prometiéndole volver de inmediato.

Tocó y tocó la puerta cada vez más fuerte, hasta que por fin Doña Carmen atendió; la mujer tenía su cabeza pegada a su hombro y llorando preguntó a Mariela “qué diablos quería”, ella preguntó si sabia que sucedía, la mujer le contestó que su cuello le dolía mucho, que descansaba en su mecedora y de repente estaba así, que no sabía que pasaba y que se largara, pues su esposo ahora era un monstruo. Azotó la puerta y dejo sola a la pobre chica.

Mariela no sabía qué hacer, a quien recurrir, se sentía muy confundida y aterrorizada, así que corrió y corrió lo mas fuerte que podían sus piernas, iba a casa de su hermano Miguel. Por el camino observó el caos y el horror en los habitantes de su pueblo, casos tan aterradores como el de unos padres que caminaban de la mano de su hijita y ahora estaban pegados, una mujer que al parecer abrazaba su perro y ahora lo tenía incrustado en el pecho… toda clase de horrores y pesadillas.

Llegó a su destino exhausta pero relativamente rápido, tocó la puerta de su hermano con furia y nadie contestó, así que decidió entrar sin permiso, brinco la barda de enfrente e ingresó a la casa por la puerta de atrás, gritaba el nombre de su hermano, con mas intensidad cada vez, hasta que entró al cuarto principal: la escena era dantesca, al parecer su hermano tenía sexo con su esposa y mientras el acto se consumaba se fusionaron sus cuerpos en uno solo… también sus caras, se besaban y sus bocas y narices se mezclaron. Estaban muertos, no podían respirar.

Las autoridades llegaron hasta un día después al pueblo, trataron de ocultar al mundo lo que se sucedió ese día, pero fracasaron, vio la luz el incidente. Fotos y relatos como el de Mariela inundan las redes y el imaginario popular… y ¿Cómo no hacerlo?: mujeres dando a luz que se fusionaron con sus bebes a medio parto, parejas que se abrazaron hasta el final de sus días e incluso por allí se escucha sobre un hombre que cabalgada sin montura y se convirtió en centauro.

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