El oxímoron de su vida era que las mudas palabras que su boca pronunciaba se reflejaban en su mente pasmosa, llena de aquellos recuerdos que migraban hacia playas con sabores a gaviotas libres. Entretanto trataba de aplacar su inconsciente que precisamente estaba consciente de que había perdido el tiempo en banales promesas que se habían desmoronado increíblemente a un solo acorde de tiempo.

¿Qué esperaba ahora, volver a ser lo que antes había sido?…sin lugar a dudas eso no tenía lugar de volver a ser posible ni en un futuro lejano, y mucho menos cercano a sus acortados tiempos. Entonces sentado en el borde de una cama con sobras de recuerdos imperceptibles –casi-, ahora a la distancia pensó en limpio, quiero decir, que estrujó claramente sus ideas para dilucidar lo que estaba viviendo, y realmente entendió que era una obvia nueva mentira que imitaba a otras que ya había vivido.

Cuántas palabras mudas había escuchado que intentaron explicar lo que no tenía sentido, cuántas promesas su oído concibió en sábanas húmedas por el sudor de los cuerpos. Claro, ahora (todo aquello) se había extinguido en un hielo eterno, en el que sabía inconscientemente que estaba sumergido y del que ya tarde era para poder salir. Agonizó momentos felices, complementó con imágenes, sonrisas de una boca seca y falaz que a lo lejos le recordaba un sabor legítimo al igual que un vaso de sal.

Suspiró profundamente, agarró su cabeza entre sus manos y en un abrir y cerrar de ojos, sacudió sus ideas para quedarse en un momento estático de entendimiento. Cuando todo se hubo aclarado, la oscuridad de aquellas representaciones, le revelaron la película velada que había intentado vivir y que ahora se había convertido en la nada misma. Se cansó, se hartó de aquello. Estiró su mano hacia el vacío que lo circundaba y soltó aquella mano que lo aferraba invisiblemente. Se sintió libre, sin ataduras, ya no dependería de mentiras que verdades se convertían en esa misma boca que lo sesgó de una vida feliz y verdadera.

Martín Ramos

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