La Ventana de Eudoro

Todas las mañanas se asomaba a observar ese ser tan extraño que lo saludaba, tan verde algunas veces pero tan opaco algunas otras…

Eudoro había nacido con una malformación que le impedía mover un 90% de su cuerpo, era una ramificación de carne que le cubría desde el cuello para abajo, parecía un huevo, tan desagradable a la vista que su madre nunca lo sacaba de la casa y como constantemente le llegaban visitas, pues era la costurera más talentosa del caserío, ella prefería ocultarlo en la habitación del segundo piso de la casa, ya que era un lugar al que las personas no les interesaba acceder, pues ella se aseguraba de tener todas las herramientas de trabajo abajo y así no tener que subir.

Eudoro creció conociendo el mundo de manera muy filosófica al estar tan aislado y al tener una madre que no se interesaba por su educación, que ni un solo libro le había regalado. Lo único que tenía para estimular su mente a diario era su cama con mantas siempre blancas, las paredes cafés de la habitación, la mesita de madera que estaba acomodada muy cerca de la cama, pequeña y con un cajón lleno del ungüento que usaba su madre para sobarle la espalda. Y un último elemento, su preferido, la ventana de vidrio roto que le permitía ver el exterior.

Antes de sus 5 años de edad lo único que había visto por ese agujero en la ventana era el cambio de colores del cielo, la explicación que había encontrado a ese fenómeno estaba relacionada con eventos acontecidos en su habitación, él notaba que cuando había oscuridad su madre entraba con una lámpara, todo se iluminaba y las cosas se veían amarillentas. Entonces entendió que lo que le pasaba al cielo era que los seres que visitaban a su madre abajo, a veces encendían lámparas y cuando empezaban a sentirse muy cansados las apagaban para poder dormir tranquilos. Cuando cumplió 5 años pasó algo extraño que le causó mucha emoción… Por el agujero se asomó un ser verde que al parecer lo saludaba balanceado por el viento. Eudoro de inmediato pensó que su madre había conseguido que uno de los seres de afuera lo acompañara en su larga y quieta soledad, trató de presentarse pero el ser se quedó quieto, entonces notó que estaba un poco más lejos de lo que normalmente estaba su madre para hablar y entendió que debía subir el volumen de su voz, trató de gritar, pero… no tuvo éxito. Tal vez la falta de estimulación en sus cuerdas vocales mostró su consecuencia, le dolió tremendamente. Ni siquiera consideró volverlo a intentar, por lo tanto decidió desarrollar un lenguaje que solo podrían entender los dos, como solo podía mover su cara, empezó a designar un gesto y movimiento de su lengua a cada palabra que necesitaba usar, y así nació el lazo emocional más grande de Eudoro, incluso más grande que el que tenía con su madre, puesto que su amigo lo acompañaba todo el día y juntos empezaron a crecer.

Atrás de su amigo se empezaron a asomar más seres verdes y Eudoro se sintió un poco intimidado, pero poco a poco se empezó a acostumbrar, Él solo le hablaba a su amigo y sabía que los demás no entenderían su lenguaje, ya que llevaban años construyéndolo. Era tan feliz, ya con 50 años de amistad y muchas teorías sobre la vida construidas en equipo.

Una noche entró su madre ya desgastada por la edad, lenta y temblorosa. Ella siempre había sido tan distante con su hijo, lo consideraba una planta que ella debía cuidar por el simple hecho de salir de sus entrañas. Pero esa noche estaba curiosamente cariñosa, le contó una pesadilla que había tenido en la que Dios le pedía que se reconciliara con la vida de su sangre, Eudoro no entendía una sola palabra pero permaneció atento, su madre le pidió perdón, se echó a llorar y se quedó dormida allí con su hijo.

Al amanecer Eudoro tenía mucha tos, pues su madre le había quitado las mantas en la noche, tenía ganas de discutir con su amigo sobre el comportamiento de ella, pero su amigo estaba enfurecido, le daba golpes a la ventana, no comprendía ese comportamiento, pensó que tal vez estaba celoso, trató de explicarle que él era su único amigo y que su madre solo le proveía lo necesario para vivir, que era como un órgano más, pero nada calmaba a su amigo al cual se le habían unido los otros seres de atrás. Su amigo golpeó la ventana con tanta fuerza que terminó de romper el vidrió, Eudoro se alteró y después de 50 años intentó emitir un grito más, aunque le dolía tanto como el alma al ver a su amigo destruyéndolo, siguió haciéndolo pero fue en vano. Nadie acudió a ayudarlo.

Ese fue un día devastador, la tormenta tumbó muchos árboles y levantó el techo de varias casas, fueron en total cinco los muertos, entre ellos la madre de Eudoro.

Los clientes fieles de la costurera le hicieron una velada hermosa cerca a su casa en honor a su dedicación, para eso entraron a la casa y sacaron la maquina para hacerle un altar. Nadie notó la presencia de Eudoro, quien se encontraba hambriento y demasiado débil en su habitación. Preguntándose porqué su amigo lo dejó y su madre no volvió a suplirle sus necesidades. Hicieron falta un par de días para que él pereciera y una semana para que los vecinos sintieran su presencia.

Cuanta sabiduría no conocida… Lamento final.


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