El Regreso de Amiga

El Regreso de Amiga

Ruben Ielmini

25/04/2019

Roberto Corvalán, caminó esa tarde por la playa de los ingleses, el mar agitado traía un fuerte oleaje rompiendo en la escollera. Era solo él y un par de gaviotas dejando su fina huella en la arena. La punta de una rama se asomaba en la arena, la desenterró miró un instante. Escuchó un ladrido, era una perra de mediana estatura, pelo marrón que se acercaba con una rama en su boca, de pronto esa imagen desapareció;arrojó la vara y la vio alejarse mar adentro, un par de olas la taparon y desapareció. Esa rama le trajo recuerdos de largas caminatas con Amiga.

Ciudad de Mar del Plata. 17 años antes:

Jueves 28 de febrero de 2002. Fin de mes y final de vacaciones… viaje de regreso. El portón de la cochera del edificio de Alberti y Córdoba se abre, sale un auto y se estaciona al lado de la entrada, baja el conductor, abre el baúl, y empieza a cargar valijas.

Sentada en el umbral de hall una niña espera, tiene en sus brazos a una perrita adulta de apenas unos centímetros de largo, pelaje marrón y hocico negro; la encontraron abandonada en una playa de Mogotes.

—Papa ¿Podemos llevar a Pachi con nosotros?

— Luciana, la tendríamos por la temporada y nada más, no tenemos lugar en casa.

  • ­¿Y qué vamos a hacer?
  • ¡Es el corazón!.. tiene un soplo, cuando camina se agita, el corazón deja de bombear sangre al cerebro y le produce esos desmayos.
  • ¿Por qué no le haces un carro? he visto perros viejitos que no pueden caminar y lo llevan con un carrito!
  • ¡Qué viejita que esta!… ¿Y no camina?… ¿Y no le conviene llevarla a que le pongan una inyección?
  • ¿Sabe que pasa señor? Para tener una mascota hay que quererla y cuidarla en toda su vida…con ese criterio entonces cerremos los geriátricos, no saquen a los viejos en silla de ruedas ni le den bastones, pónganles a todos una inyección letal por el solo hecho de ser viejos!, si a la gente mayor le dan una calidad de vida, porque esa calidad de vida no se la podemos dar a un perro ¿porque es viejo? porque camina lento? porque le tira un palo y no corre a buscarlo?
  • ¡Amiga!…despertate che, es la hora de la vitamina y de pasear.
  • ¡Bueno como te iba diciendo Amiga…hay un lindo día de sol… y hay que aprovecharlo ¿viste?…porque por ahí se nubla y… no podemos salir a…
  • ¡Me quede dormido esto fue un sueño!
  • ¡Fuera…fuera vamos salí de acá!—la perra se retira unos pasos se vuelve a sentar y lo mira fijo —¡Te dije que te fueras che, dale tomártelas!— pero no se va, sigue ahí, quieta como una estatua y mirando fijamente a Roberto que se levanta apoya su bastón, mira a la picha y le dice — ¡No!…te equivocaste de puerta che, acá no hay vacantes de dueño así que chau vía—
  • ¡Pero otra vez vos!—Roberto se da vuelta y se va para el lado de la plaza, la picha vuelve a ladrar, nota algo familiar porque lo mira y le inclina la cabeza hacia un costado como lo hacía Amiga.
  • ¡Amiga volviste…volviste si sos vos AMIGA! … llora y se ríe al mismo tiempo, se abraza y se revuelcan en el piso sin importarle nada. Ella era Amiga reencarnada en esa perra negra con una mancha blanca en los ojos; le hace fiesta y ladra como nunca. Volvía con su amiga de toda la vidade nuevo junto a su dueño
  • ¡Parece que ya consiguió reemplazo de mascota…..je je! , qué ganas de complicarse la vida…otra vez con perros en el edificio!—y sigue su camino.
  • ¡Amiga… eso no se hace pero esta vez…te felicito! ahora rajemos!

La niña insistía, no quería abandonar su mascota

— ¡Te dije que no, subí al auto y vamos que se nos hace tarde!

El padre tomo la perra, abrió la puerta del hall y la dejó en el piso como quien deja un papel tirado, puso unas llaves dentro de un sobre, lo tiró en el buzón, subió al auto, y arranco, miró a la niña y le dijo.

­— ¡No te aflijas, que alguno se la va a quedar!— Y partió…mientras se alejaba la niña con lagrimas, miraba por la luneta a su amiga, que rasguñaba el vidrio de la puerta ladrando desesperada por ese abandono tan injusto.

Los ladridos llamaron la atención de doña Sara del primero B una señora mayor que bajó del ascensor con su caniche, la perrita que no dejaba de ladrar, la alzó y salió a la calle buscando a sus dueños. El auto de los turistas se alejaba.

— ¡Eh, eh paren…la perra…paren…Que hijos de puta, pero que hijos de mil puta!-

Sale Manuel el encargado con el balde y la escoba.

— ¿Qué pasa Sara, qué hace con esa perra?…es de los turistas del quinto J

— ¡Era!…recién se fueron y la dejaron abandonada, ¿Son propietarios esos?

—No, son inquilinos que vinieron de una inmobiliaria ¿Así que la dejaron? que hijos de…

—No se gaste Manuel— Interrumpe Sara —Eso, recién lo dije yo ¿y ahora?… ¿Qué hacemos con este bicho?… ¿Quién lo va a querer?

Doña Sara tuvo a la mascota unos días en su departamento, pero era de un ambiente y su caniche no era muy amable como para compartir el lugar con una intrusa, se la ofreció a una estudiante oriunda de Gessell que la vio, le encanto tenerla y le dio refugio.

Al finalizar el año, la estudiante, volvía a su ciudad; pero en su casa tenía dos perros difícilmente había lugar para un tercero; la perrita otra vez se quedaba sin dueño.

Roberto, un hombre adulto, de poco hablar, que vivía solo en el último piso y amante de los perros, se enteró de la perrita, la fue a ver y la tomó en adopción.

— ¡Bienvenida a tu nuevo hogar! — La picha entró desconfiada y curiosa al departamento de dos ambientes, recorrió el comedor, oliendo todo lo que encontraba a su paso, fue a la cocina, cuando iba entrar al dormitorio, Roberto le dió la voz de alto.

­— ¡No señorita ahí no! ahí duermo yo, y no comparto la cama con nadie, por mas perra que seas, para vos, tengo este lugar.

Le señalo la cocina, la picha siguió explorando y olfateando cada rincón, vio una maceta que tenía una planta grande cerca del ventanal, la olfateo y…

— ¡No…eso sí que no amiguita, tus cosas las haces afuera aquí adentro nada!

Se miraron fijamenteestudiándose el uno al otro, Roberto pensando — ¿Y cómo será , ensuciará adentro? espero que no—la picha con una caída de cabeza a un costado no dejaba de mirarlo. Y llegó el momento del nombre; la estudiante de Gesell le había puesto Sacha.

— ¡Así que Sacha, Sacha…si claro, la pulga mas chica que tendrás será como mi dedo meñique. No tenés pinta de perra fina para decirte… ¡Sacha!

Sacha volvía a inclinar la cabeza a un costado sin dejar de mirarlo y moviendo su cola que terminaba en punta plumero. Contestaba con un fino ladrido que traducido diría… ¿De qué me estás hablando?

—Y a vos ¿Cómo te llamo?— dijo con la vista puesta en sus ojos, unos ojos negros que regalaban amistad amor y fidelidad.

— ¿Decime vos… como te llamo amiga?—se quedo pensando en la última palabra que había dicho…amiga…amiga.

— ¡Ya está! te vas a llamar ¡AMIGA!—

Y así fue como Amiga se hizo dueña de ese pequeño mundo de dos ambientes y de un collar con su chapa de identidad donde Roberto hizo grabar su número de teléfono y el nuevo nombre…Amiga.

Amiga dormía en un mullido almohadón, tenía su taza de comida y agua al lado de la heladera. Todas las mañanas hora siete, collar en mano y una bolsa, Amiga salía de paseo.

Se acostumbró a hacer sus necesidades en la calle. Roberto sabía que cuando tironeaba para bajar el cordón de la vereda, era porque dejaba su premio que juntaba y tiraba en un tacho.

Lo mismo pasaba en la plaza, cuando un dueño sucio que no juntaba las heces, Roberto juntaba las de Amiga. Más de una vez pisó caca, miraba la suel , puteaba y decía —¡ Trae buena suerte!—

De lunes a lunes a las siete, Amiga era su despertador, lamiendo su frente, una de las costumbres que más le causaba gracia, él medio dormido y bostezando tratando de embocar los pies en las pantuflas se levantaba tomándose la cintura

— ¡Ay estas bisagras cada vez más duras están!…Todo sea por sacarte a vos pulgosa!

Hacían largas caminatas por la costa, Amiga le encantaba que Roberto le tire una piedra o una vara, ella corría a buscarla a veces amagaba a tirarla y ella corría y buscaba lo que Roberto escondía en su mano, era como un juego de niños.

14 años después…12 de Enero de 2016

Amiga era viejita, su hocico lleno de canas y un andar lento, ya no corría a buscar la pelota ni una rama, tampoco las piedras en la playa. No jugaba con los perros en la plaza, se había vuelto arisca y no se separaba de su dueño en los paseos.

Era una mañana de cielo nublado y con ganas de llover, Roberto había tomado un par de amargos, buscó la correa y llamó a la guardiana del departamento

— ¡Vamos Amiga que se viene el agua, dale Amiga vamos!

Notó que venía muy lenta — ¿Qué pasa che?…parece que hay pocas ganas— le puso el collar y salieron.

El ascensor para en el octavo, se abre la puerta y entra una mujer con el ceño fruncido y sin saludar, la mira a Amiga, con voz de ultratumba y con desprecio dice

— ¡Ah!…va con perro, disculpe, me bajo yo no voy con animales en el ascensor

— ¡Pero mire que casualidad mi perra y yo tampoco vamos con animales!—

Le cerró la puerta en la cara. La mujer no reaccionaba, se quedo murmurando vaya a saber que…Roberto muy sonriente mirando a Amiga que no entiende nada dice bajito — ¡Anda a lavarte la bombacha vieja renegada!—

Para Roberto despreciarle a su Amiga era como despreciarle una hija, se ponía de los patos y sea quien sea, no tenia reparos en mandar al carajo al que le hablara mal de su mascota. Nadie tenía derecho a decir nada, el cumplía con todas las normas y cuidados; nunca suelta, juntaba sus heces, la bañaba, comía los mejores balanceados, le cocinaba pollo deshuesado, nunca le daba sobras, porque su mascota era un integrante más de la casa y había que cuidarla con alimentos propios, ella era su familia.

Cuando Roberto andaba triste; Amiga estaba a su lado y entendía el estado de ánimo de su patrón y no se despegaba. Era su luz y sombra, iba al dormitorio Amiga lo seguía, iba al comedor o al baño y ahí estaba ella — ¡Pará un poco Amiga deja de seguirme…pareces un pegamento!—Ella le contestaba con una inclinación de cabeza y unmovimiento de cola porque era feliz con su amo y lo demostraba en los atardeceres cuando salía al balcón mate en mano, Amiga pasaba su cabeza entre las rejas chumeando el barrio o en los largos inviernos cuando había buen tiempo, se acostaba a lo largo recibiendo a través de la ventana los rayos del sol.

Una tarde estaban cerca de la plaza, habrían caminado unas tres cuadras… la perra cayó al piso. — ¡Amiga! Amiga!…vamos…! — Estaba inmóvil, le acarició el pecho y puso con el pico de la botella, agua en la boca hasta que reaccionó, la levantó y fue al veterinario del barrio.

Le dio unas pastillas media a la mañana y media a la tarde —Trata de que no camine mucho y hay que tenerle paciencia, te va a orinar o hacer sus cosas adentro, involuntariamente, como una perra vieja—volvieron al departamento

Roberto la puso en su cucha mullida que el mismo había hecho con dos almohadones y la tapó Amiga se durmió y Roberto se sentó en el sillón frente a la cucha sin quitarle la vista contemplaba a ese animalito que era su compañía, se acerco a la ventana mirando el cielo

— ¡Dios…hace que se recupere pero, por favor, no te la lleves todavía, ella es mi familia…es todo lo que tengo!

Ahora la situación era al revés Roberto era quien despertaba a Amiga para llevarla a dar un paseo corto, ese día ocurrió algo insólito. Amiga se detuvo y no quería caminar, Roberto tiraba suavemente de la correa pero era una mula, no avanzaba y se tuvo que volver.

Le contó lo sucedido al encargado del edificio y este le dijo

A Roberto se le ilumino la idea y busco en internet fabricación de carritos, encontró una página donde enseñaban como hacer un carro con dos cajones de manzanas. Manos a la obra dijo.

Fue a la verdulería, pidió dos cajones, le cortó el fondo a uno puso cuatro clavos gruesos sin cabeza en cada esquina y los unió, los lijó y le dio tres manos de barniz después atornilló las cuatro ruedas que tenia de un viejo escobero que había tirado. Compró en una casa de molduras unas tablas para reforzar el carro, volvió a barnizarlo, le pidió al portero una reposera vieja, la desarmó y usó unos de los caños como baranda de agarre, con dos tornillos la fijó a uno de los extremos…y ya tenía el carro, le hizo una entrada y salida con una tablita de madera que hacía de barrera que se levantaba para que Amiga entre por un lado y salga por el otro, una obra de artesanos. Ya estaba listo el carro que lo bautizo, el Amiga móvil.

Y llegó el gran día,el viaje inaugural. Amiga subió medio desconfiada pero una vez en movimiento le gustó el paseo parecía una potentada diciendo — ¡Yo voy en carro!—la gente miraba sorprendida, algunos con risitas irónicas típicas de ignorante, a esas risitas Roberto le resbalaban el asunto era que Amiga tuviera una calidad de vida digna de un viejita.

También estaban los clásicos opinólogos que lo paraban para ver a Amiga en su carro

Nadie contestaba, por el contrario algunos ponían cara de…. Para qué le habré dicho lo de la inyección…

Pasaba el tiempo y la vejez de Amiga avanzaba, comía poco y a veces nada, Roberto buscó en internet el cuidado de un perro viejo …cuando deja de comer es porque ya esta entregado, es el principio del final y hay que estar preparado para ese momento, hay que acariciarlo, darle agua y las vitaminas con una jeringa, hablarle, que no se sienta ni abandonado y solo en un rincón de la casa, juntar sus heces y su orín sin retarla porque ella está en un estado senil, y hace sus necesidades sin saber hora ni lugar.

Aquella mañana se levanto más temprano, tomó unos amargos, miró por la ventana, era un lindo día de sol, preparó la vitamina en la jeringa y llenó la botella de agua.

­— ¡Amiga! vamos a dar un lindo paseo al sol ¿qué te parece?A tomar la vitamina Amiga ¿me escuchas?— Roberto no escuchó el clásico tiqui tiqui, el ruido lento que tenia Amiga para caminar, se acercó a la cucha.

Amiga no respondía, Roberto se acercó lentamente deseando que no sea lo que estaba pensando. Amiga estaba en su cucha inmóvil, con sus patitas delanteras cruzadas, y en su sueño eterno

Se agachó, la acarició pasando sus manos desde la cabeza por su cuerpo y sus muslos flacos, se levantó, fue hasta la cocina, y como si nada pasara siguió miró la ventana mientras los rayos de sol invadían el lugar.

No pudo seguir hablando, las lágrimas invadieron su rostro, un nudo atravesó su garganta y lloró como un chico, pronunciando su nombre. Como el de un ser humano que pierde a su mejor amigo, su compañía de tantas horas, de tantos días, de toda una vida.

El empleado del cementerio de las mascotas cerró la puerta del furgón donde se llevaba el cuerpo, se acerco a Roberto y sacando una tarjeta le dijo

— ¡Bueno aquí le dejo la dirección, cuando quiera venir, en la oficina de entrada le indican donde está enterrada ¿Señor me escucha? le dejo la….

Al notar que Roberto no respondía Manuel el encargado del edificio interrumpió— ¡Está bien, déjemela a mi yo me encargo gracias!—

—Lo siento mucho Roberto, pero ella ahora está bien…está felizen el cielo de los perros, ya no sufre —fueron las palabras de doña Sara la señora del caniche que estuvo presente cuando se llevaban a Amiga

Roberto nunca fue al cementerio de mascotas, quería conservar la imagen de aquella compañera que corría a buscar un palo en la playa, de aquellos baños con agua templada y champú antialérgico, de aquellos ladridos cuando le pasaba el secador de pelo y de aquellos paseos en el carrito cuando envejeció.

Guardó en una bolsa la cucha, la tiró en el gabinete, en cuanto al carro, el Amiga móvil las tazas de comida y agua y un resto de alimento, se las regaló al ayudante de la portería para que se la lleve a su perro que estaba viejo.

Sacó del collar la chapita de identificación con el nombre y el número de teléfono, cuando se disponía a llevar la correa al gabinete de basura, algo cruzo por su mente, se quedo mirando el collar y la correa unos instantes—No esto no se va, esto se queda acá conmigo. No pienso tener otro perro, pero, no lo puedo tirar.

Corrió el sillón donde en los últimos tiempos estaba la cucha para ocupar el lugar vacio, no quería tener ningún recuerdo, aunque en cada rincón de aquel departamento de dos ambientes estaba la imagende Amiga.

Solo dejó un cuadro con una foto en el modular donde Amiga estaba más joven

Habían pasado seis meses, Roberto hacía largos paseos por la costa, se sentaba en la escalinata entre los lobos de piedra, o en la escollera a contemplar el mar.

Esa tarde, muy ventosa y fría, le hizo cambiar el recorrido, se sentó en un banco de la plaza frente al casino, campera de abrigo, bufanda, gorra con visera y un bastón.

El sol cobijaba su figura, miraba a su alrededor y la imagen de Amiga estaba en cada perro que pasaba junto a su dueño, en los cinco perros recuperados de la calle que una señora llevaba atados, en los perros del paseador que hacia un descanso en la plaza y en el cooker marrón que corría a buscar el palo que le tiraba su dueña

Miró arriba y murmuro — ¡Dios!…no sé si existen los milagros, pero te pido que aunque sea una ve…quiero estar con Amiga, solo una vez — ¿Pero que estoy haciendo? si los milagros no existen, que va a volver.

Se escucha el chillido de unas ruedas, era un carrito de mercado, lleno de cartones, un hombre mayor con un gorro de lana, barba blanca y vestido con harapos pasa delante de Roberto, detiene y le dice…

— ¡Los milagros existen, vaya si existen, están dentro de uno, solo hay que tener fe señor!— y sigue caminado con su carro, Roberto reacciona — ¿Oiga usted que sabe de milagros? ¿Y cómo sabe que lo que yo dije?—…el cartonero lo mira

— ¡Porque se lo escuche decir recién! usted habló en voz alta… es todo, recuerde, tenga fe amigo—se vuelve y sigue con su carro. Roberto queda pensando en lo que dijo y vuelve su vista hacia el cartonero — ¿Si yo no hable en voz alta cómo es que me escucho?—…pero ahí no había nadie ni cartonero ni carro; esa imagen había desaparecido, miró para todos lados y no lo encontró.

Pasó una hora… el sol ya se iba escondiendo detrás del edificio de alto de la calle Buenos Aires y Colon y ahí seguía Roberto mirando la felicidad de esa gente con sus mascotas cuando detrás de un arbusto que estaba frente al banco, aparece una perra de mediana estatura pelo oscuro con una manchas clarasen sus ojos que no dejaba de mirarlo. La perra baja a la vereda de la plaza y se le acerca muy lentamente.

Se va por la vereda de los canteros hacia la avenida y la perra lo sigue, Roberto se da vuelta y la encara…— ¡Te dije que no, no insistas buscate otro dueño! —sigue caminando y escucha un ladrido, entonces Roberto se vuelve y ahí estaba la picha. Hace un gesto de agarrar una piedra y se la tira — ¡Fuera dije!— la perra sale corriendo, mientrasse aleja Roberto piensa— ¡Lo siento bicho, lo siento más que vos pero no quiero otro, solo Amiga ocupa ese lugar!— retoma su camino unos metros, y delante está sentada mirándolo sin pestañear, la picha.

— ¡No no puede ser…es solo…casualidad!

Y sigue caminado más rápido sin mirar el piso; esa rapidez hace que tropiece con una baldosa levantada, cayendo boca abajo, y en la caída vuela a un costado el bastón y la gorra.

— ¡La puta madre que lo parió!—Enojadísimo, se inclina a un lado, se vuelve a poner la gorra y a menos de un metro cara a cara estaba la picha con su bastón en la boca. Ella se le acerca, deja el bastón en el piso, le olfatea la cara pone su hocico en la frente y se la empieza a lamer como lo hacía Amiga cuando lo despertaba. Roberto asombrado se empuja hacia atrás con sus manos mira fijamente a la perra, tarda unos segundos en reaccionar, mira para ambos lados asegurándose que nadie lo vea, traga saliva, mira a la perra y pregunta con timidez

— ¿Amiga?….Sos vos?—la picha se le acerca moviendo su cola, él le acaricia la cabeza y lleva su mano hacia el cuerpo de la perra, esta vuelve a lamerle la frente entonces se produceel reencuentro no le quedan dudas. Es Amiga

Se levanta del piso con su bastón le dice vamos Amiga vamos a casa mira hacia arriba y dice — ¡Gracias viejo muchas gracias los milagros existen, claro que sí!

Había vuelto la felicidad, pero esa felicidad, es interrumpida por la voz de una mujer la del edificio que no quiso compartir el ascensor y se la cruza en la plaza. Ella con soberbia y voz avinagrada — ¡Ah pero…que bien felicitaciones!— mira con desprecio a la perra…

Roberto no le contesta, pero nota que la pichamira con insistencia a la mujer, que se quedó en la esquina de la plaza esperando la luz verde del semáforo para cruzar la avenida, lo mira a su dueño como pidiendo permiso y va directo a la mujer sin que ella se dé cuenta se pone bien detrás agacha sus patas traseras y le mea todo alrededor de sus botas generando un pequeño charco de pis, acto seguido vuelve corriendo junto a su amo.

Roberto se agacha y le dice por lo bajo…

Y se van pero por la otra esquina los dos felices del nuevo reencuentro

—Tengo que pasar por la veterinaria a revisarte, comprar alimento, un champo, una pipeta, y que más…una cucha. No mejor la cucha la hago con un almohadón sino me vas a sacar toda la jubilación no es cierto Amiga? ¡Ja ja ja!

Mientras se alejan de la plaza, una figura está a pocos metros, los mira con una sonrisa, y murmura

—“Los milagros existen, están dentro de uno, solo hay que tener fe…y se hacen realidad”—

Era el cartonero de pelo largo congorra de lana y vestido de harapos que ve alejarse a Roberto…entre risas y los saltos de su nueva compañía, disfrutando el momento y cada momento que de ahora en mas tendría con….del regreso de Amiga.

Rubén Ielmini

ISBN: 978-987-3657-22-1

Mar del Plata Febrero 06 de 2017

A Camila…

Por los 17 años de Buenos momentos…


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