Álvaro Ortiz, conocido por los medios como El Sabio por su afición a comprar libros antiguos de gran valor y obras de arte, aguardaba en la sala de espera de su médico junto a su esposa, Marissa Barbosa, una ex modelo que intentaba conservar su juventud a base de operaciones de estética. El doctor los llamó.

– Siento decírselo, Álvaro, tiene usted un cáncer de pulmón terminal.

Álvaro no se lo podía creer. Era el hombre más rico de España, pero ninguno de los miles de millones que le daba su cadena de hoteles de lujo internacionales, que había levantado gracias a su inteligencia superdotada, podía librarlo de tan fatídico destino.

Un domingo de primavera, Álvaro y su familia estaban celebrado su sexagésimo segundo cumpleaños con un almuerzo en su mansión en la urbanización La Finca, Madrid. Le preguntó a su familia si habían escuchado la noticia de que la Fundación Wikimedia, organización sin ánimo de lucro dueña de más de una decena de wikis, entre ellas la enciclopedia libre online Wikipedia, se iba a privatizar. Su hijo mayor, Álvaro, le preguntó si tenía pensado comprarla. Álvaro padre le respondió:

– Me conoces muy bien.

– Es una idea genial, papá. Podemos ganar mucho dinero poniendo publicidad en cada página según su temática -le dijo su segundo hijo, Fernando.

– Sí. El nuevo logo de Wikimedia sería: «Solo sé que no sé nada». ¿Qué piensas tú, Isabel?

– Sinceramente, pienso que por una vez podrías gastar tu dinero en ayudar al mundo -le respondió su hija pequeña.

– No hay mejor inversión que el conocimiento, nunca lo has comprendido.

Álvaro viajó en avión hasta San Francisco para reunirse con María Sefidari, la presidenta de la nueva Wikimedia Enterprise. Le ofreció dos mil millones de euros por su nueva empresa, pero María la rechazó porque el objetivo de Wikimedia era incrementar sus beneficios para poder mejorar el acceso a la información en los países tercermundistas. Álvaro, decepcionado, regresó a Madrid pensando en cómo podría hacer cambiar a María de idea.

Unos días después, cuando toda su familia estaba reunida en su casa, les anunció que había decidido ofrecerle hasta el último céntimo de su fortuna a Wikimedia para poder comprarla. Su mujer y sus dos hijos pensaron que había perdido la cabeza y les haría perder su multimillonaria herencia.

– Papá, ¿te das cuenta de que vamos a perder mucho más dinero del que vamos a ganar? -le preguntó Álvaro hijo.

– No lo entiendes, hijo, no es una cuestión de dinero, es la huella que quiero dejar en el mundo; quiero ser el poseedor del conocimiento absoluto.

Una hora más tarde, Álvaro perdió el conocimiento mientras admiraba uno de sus cuadros. Su esposa, sus tres hijos y sus respectivas parejas fueron al hospital donde lo ingresaron. Marissa, viendo que todo parecía ser un susto, aprovechó para decirle a su esposo mientras descansaba en la cama:

– Mi amor, el doctor te ha dicho que necesitas hacer una vida tranquila. A partir de ahora deberías dejar que nosotros nos ocupemos de la empresa.

– No creas que voy a renunciar a comprar Wikimedia. ¡Malditas ratas, solo pensáis en el dinero!

Sus familiares, indignados, se marcharon a sus casas. Isabel le dijo a su marido que se quedaría esa noche con su padre.

– Hija, me gustaría que cuando yo muera tú fueras la dueña de Wikimedia.

– Gracias, papá, pero soy feliz con mi periódico. Si dejo La Realidad, ¿qué medio ofrecerá información realmente objetiva?

– ¿Por qué conformarte con la actualidad cuando puedes ofrecer toda la información?

En ese momento, Álvaro comenzó a toser fuertemente sin parar y tuvo que ser llevado a la Unidad de Cuidados Intensivos.

Dos semanas después, Álvaro abandonó el hospital. Su esposa y sus dos hijos habían decidido organizar una fiesta para celebrar su regreso con la intención de convencerlo de que no comprara Wikimedia. Para sorpresa de Isabel, su padre aceptó la idea.

El día de la fiesta, cuando su familia y sus amigos íntimos estaban esperando a que Álvaro los deleitara con uno de sus finos y agudos discursos, los sorprendió a todos anunciándoles que había llegado a un acuerdo con Wikimedia a cambio de toda su fortuna. Los allí presentes no se lo podían creer. La fiesta terminó antes de lo esperado.

Álvaro se reunió en uno de sus hoteles de lujo de Madrid con María Sefidari para cerrar el trato. Antes de que se encontrara con la presidenta de Wikimedia, Isabel llamó a su padre por teléfono para intentar hacerle cambiar de idea. Le dijo que si quería dar toda su fortuna antes de morir lo hiciera para mejorar el mundo, pero Álvaro le contestó que había tomado una decisión y no iba a cambiar de idea.

– Eres un ególatra -e Isabel colgó el teléfono.

Esa noche, después de cerrar el trato, Álvaro falleció. Al día siguiente, en el tanatorio solo estaba Isabel. Entonces apareció María Sefidari, quien iba a pasar unos días en Madrid aprovechando el viaje. Isabel se acercó a ella y le preguntó cómo se le había ocurrido vender Wikimedia Enterprise a su padre, quien pensaba beneficiarse egoístamente de ella. Marisa le respondió:

– Tu padre no compró Wikimedia, Isabel. Decidió generosamente donar toda su fortuna a nuestra empresa para apoyar nuestro proyecto de mejorar el acceso a la información en los países tercermundistas.

Isabel se quedó sin palabras.

– Me contó que tú lo habías inspirado. Le habías hecho comprender que el conocimiento no tiene ningún sentido sin el amor. Me dijo que no basta con saber, hay que hacer llegar nuestros conocimientos a los demás.

A Isabel se le derramó una lágrima.

– Solo me puso una condición, la cual acepté de buen grado. El eslogan de Wikimedia debía ser: «Solo sé que no sé nada, pero juntos, podremos saberlo todo».

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