Blaze! Capítulo 46

Capítulo 46 — Banquete.

Simplemente, no debimos salir así del pueblo, nos lo debían por cómo nos trataron –reclamó Albert, arrastrando pesadamente sus pasos por el piso cubierto de hojas, bebiendo agua de su cantimplora.

¿Cómo iba a saber que no encontraríamos nada de comer en el camino? El paisaje se veía promisorio, muchos árboles –respondió Blaze—. Y no hables así, te estás robando mis líneas.

Al menos hay agua por doquier, pero eso no acallará mis tripas, estoy enojado –dijo el oráculo, irritado por la falta de ingesta de alimento en dos días de caminata—Te juro que tengo mis sentidos agudizados al extremo, incluso me imagino olores de cosas deliciosas…

Espera, ¿Cuándo fue eso? Hace rato estoy sintiendo un aroma dulzón en el viento y pensaba que me lo estaba imaginando, por eso no lo mencioné –preguntó la joven maga, olisqueando el ambiente—. Algo hay, cerca de aquí, ¡estoy segura!

Tienes razón, también siento una especie de esencia dulce, medianamente cítrica y refrescante, es como si el origen de ese olor fuera ligeramente húmedo y esponjoso, como morder una nube condensada, un bálsamo para mi actualmente árida lengua –fantaseó Albert, haciendo babear a su señora, quien se imaginó rodeada de un banquete de diferentes sabores y texturas.

¡Cállate, estúpido! Acabas de retorcerme las tripas con tu descripción –ordenó Blaze, limpiándose la baba e intentando golpear a su escudero, pero su famélico cuerpo no respondió correctamente a sus órdenes, prefiriendo cancelar el ataque para no malgastar sus disminuidas fuerzas—. Te salvaste, pequeña rata demacrada.

Después de unos agotadores pasos, los jóvenes se detuvieron, oliendo el aire como dos animales hambrientos, mirándose con complicidad, saliendo disparados ambos en la misma dirección, como si un espejismo alimenticio les infundiera fuerzas sobrehumanas, corriendo hasta encontrar una casa en medio del verde bosque que los rodeaba, morada que desprendía un deleitoso perfume, cayendo rendidos en un hechizo sensorial.

¿Deberíamos entrar? –preguntó Albert, con los ojos clavados en la entrada de la vivienda, sin notar que su señora se estaba colando por la ventana de esta, no pareciéndole que le importase si el lugar estaba habitado o no—. ¡Espérame, Blaze!

Dentro de la casa estaba lleno de distintos manjares, tanto dulces como salados, sólidos y líquidos, servidos todos en una gran mesa rectangular, como si se esperase la llegada de una gran comitiva.

No podemos dejar que se enfríen, ¿cierto? –dijo Blaze, embelesada por la cuidada decoración y presentación de los platos, sin notar que Albert estaba casi atragantado con distintas preparaciones, con las comisuras de la boca chorreando coloridos líquidos, incapaz de articular una palabra, solamente moviendo su mandíbula para mascar y no morir en el intento.

Da lo mismo si se enfría, tenemos una hoguera detrás de nosotros, podemos calentar nuevamente los platos si lo deseamos, al menos las cosas que se acostumbra a comer calientes –dijo Albert al terminar de tragar, bebiendo largamente zumo de frutas desde un gran jarrón, solicitando la ayuda de su señora—. Alcánzame eso, por favor.

Está exquisito, todo, no puedo parar de comer, a pesar de llevar varios platos no me siento llena, además de que parece no acabarse nunca la comida –dijo la hechicera, zampándose unas verduras salteadas, engullendo luego unos dulces circulares de color blanco, rellenos de una salsa rojiza que emergió desde sus entrañas después de ser mordidos, pegoteando los dedos de la muchacha, que los lamió hasta dejarlos limpios, incluso llegando a sacar inadvertidamente la mugre de sus uñas, no importándole lo más mínimo—. Me molesta la armadura, me la sacaré.

Los muchachos comieron sin parar, compartiendo la comida bajo una tenue luz amarilla, sin percatarse del paso del tiempo, encendiéndose y apagándose las jornadas, sin dormir ni levantarse para realizar sus necesidades biológicas, ya que sus cuerpos no estaban reaccionando normalmente. Mientras Albert comía ávida y vehementemente un suave y esférico dulce, dejó caer sus ojos en los senos de Blaze, creyendo verlos más grandes y turgentes, restregándose los ojos, pensando que estaba soñando.

¿Tienes sueño? Si te duermes, no te dejaré nada para comer –dijo Blaze, engullendo unos vegetales apanados, remojándolos en una salsa roja, manchando su rostro, cayéndole parte del rojizo jugo entre los pechos, que estaban extrañamente juntos, perdiéndose en la nueva y suave profundidad.

Blaze miró a su escudero con miedo, tomándose la delantera con ambas manos, masajeándose las protuberantes y pesadas turgencias, ante la atónita y lujuriosa mirada de Albert, que tenía chorreada su gran papada, la que descansaba sobre su medianamente sobresaliente pecho, el que a su vez descansaba sobre su prominente panza, dejando de comer de inmediato.

Albert… ¡Albert, reacciona! –gritó la hechicera, bajándose de la silla en la que se encontraba sentada, moviendo su gran y desparramado muslo, tomándole tiempo el mantenerse en pie, llegando a duras penas al lado de su escudero, cacheteando su rostro, sintiendo como el hambre se acrecentaba nuevamente en su cuerpo, debiendo echarse algo a la boca antes de caer inutilizada al piso.

¿Qué pasa, Blaze? –preguntó Albert, con la mirada perdida, palpando los alrededores, encontrando una rosca salada que se le antojaba zamparse, desconectado completamente del mundo.

¿Es que no lo notas? ¡Estamos inmensamente gordos! –gritó Blaze, perdiendo el aliento, quitándole parte de la rosca a Albert para botarla al piso, no sin antes darle una mascada—. ¡Míranos!

¡No me quites eso! Estoy cansado, no creo poder bajar de aquí para recogerla –reclamó Albert, somnoliento, sin dejar de comer cosas, masticando con los ojos cerrados.

Blaze comenzó a ser más consciente de su entorno, advirtiendo que las paredes de la casa estaban adornadas con esqueletos de todos los tamaños, clavados a la pared desde las costillas, con las extremidades unidas por una especie de resina parecida al ámbar. La joven golpeó a su escudero hasta noquearlo, bajándolo a duras penas de la silla, resbalándosele de las manos, ya que sus rollos abdominales y su camisa estaban completamente engrasados, cayendo al piso, arrastrándolo fuera de la casa, lugar donde tuvo que descansar, con el corazón latiendo de manera extraña, echándose sobre el esférico abdomen de Albert.

¡¿Cómo no me di cuenta?! –suspiró fuertemente Blaze, incorporándose del piso al cuarto intento, sintiendo que eran observados, palmoteando el rostro del oráculo para despertarlo, regresando este a sus cabales, percatándose de sus nuevas figuras.

¿Qué nos pasó?, ¿cómo fue que engordamos así? –preguntó Albert, rascándose la papada por el prurito que le producía el sudor bajo esa nueva lonja.

Caímos en un hechizo olfativo –explicó Blaze someramente, tapándose los grandiosos pechos y panza con su capa—. Ni se te ocurra mirarme, tuviste tu oportunidad y no la aprovechaste.

Pero ¿cómo? Llegamos hace poco rato a esta casa, no podemos engordar de esta manera con tan sólo comer un par de horas –se preguntó Albert, pensando que habían llegado recién.

No lo sé con exactitud, pero creo que llevamos varios días comiendo –razonó la maga, mirando a todos lados, moviéndose lentamente por su abultado cuerpo.

Casi tres semanas, chicos. Les faltó poco para morir por exceso de comida, aunque ahora sus cuerpos deben estar pidiéndoles que los alimenten, todo estaba aderezado con un brebaje altamente adictivo –dijo una voz masculina entre los árboles, ocultando su deforme anatomía, con el rostro lleno de granos hinchados sobresaliendo de su superficie, contrastando con una limpia y perfectamente blanca dentadura, la que rechinaba de placer al mirar con detenimiento a los redondos viajeros que se colaron en su casa.

Supongo que todos los manjares que estaban en tu casa no son capaces de saciarte, ¿cierto? –preguntó Blaze, desenvainando su espada torpemente, con los brazos derretidos—. ¡¿Dónde están mis músculos?!

Tienes razón, pequeña hechicera –respondió el hombre—. Hace tiempo que no probaba carne tan trabajada, con la grasa que ganaste quedarás sabrosamente asada, chirriante sobre mi fogata.

Albert se sentó en el piso, procediendo a pararse lentamente, quedando detrás de Blaze, poniéndose al lado de ella.

No. Este malnacido es mío, no te entrometas, Albert –declaró Blaze—. Protégete, esto está a punto de convertirse en un infierno…

Albert se cubrió con su Peace Bubble, tropezándose sin querer, rodando por un pequeño desnivel del terreno, ganando velocidad dentro de la esfera, perdiéndose entre el bosque, gritándole a su señora desde lejos.

¡No te preocupes por mí, acabalo y ven a buscarme, por favor, estoy un poco atrapado! –gritó el escudero lejos del lugar, con el cuerpo enredado en unos matorrales, cansado por el sólo hecho de existir, durmiéndose entre las plantas.

Blaze estaba a la defensiva, escuchando las dentelladas que el hombre lanzaba al aire, con su espada apuntando hacia el frente.

¿No sabes dónde estoy, es así? Mientras estés bajo el efecto de mi Endless Pleasure, no podrás controlar tu sentido del olfato, está completamente saturado con sensaciones placenteras, desconectándote de todas las demás sensaciones –explicó el desconocido hombre, riendo macabramente entre las sombras—. Por suerte, estoy preparado para presas como ustedes, ¡no podrán escapar!

La hechicera estaba desorientada, con las tripas exigiéndole comida, oliendo diversos aromas, sintiendo como estos le acariciaban todo el cuerpo con distintas texturas, cegando su vista, adormeciendo su tacto, taponeando sus oídos. El hombre detrás de la niebla perfumada activó mágicamente unas mandíbulas metálicas de afilados dientes, parecidas a trampas de osos, que estaban atadas a largas cadenas del mismo material, lanzándolas en dirección a Blaze, aprisionándola desde la piel suelta de sus brazos y piernas con fuertes mordidas, pero la joven solamente sintió unos pequeños tirones en su cuerpo, siendo elevada por las amarras, quedando suspendida a varios metros sobre el piso, sangrando por sus heridas, soltando su espada.

Ahora tengo que hundirte esto en tu mórbido abdomen solamente –dijo el hombre, saliendo de entre las sombras, portando una gran hoz en su mano—. Luego, a la cacerola.

¡Albert, más te vale estar protegido o muy lejos de aquí! –gritó Blaze, comenzando a brillar levemente hasta volverse destellante, derritiendo las cuatro amarras que la mantenían en el aire, flotando en el lugar en vez de caer, recogiendo sus extremidades hasta quedar en posición fetal, extendiendo su cuerpo con un feroz grito—. ¡Self Explode!

Blaze expulsó una delgada capa de fuego condensada desde la superficie de su cuerpo, impactando los alrededores con la onda expansiva, quemando fugazmente todo a su paso, calcinando parcialmente al caníbal que deseaba comérselos. Albert seguía durmiendo como un lirón a una distancia segura, afortunadamente para él, sin despertar por la fuerte explosión.

La maga cayó al suelo carbonizado, exhausta, habiendo liberado toda su energía mágica de golpe, libre del influjo del Endless Pleasure, quejándose dolorosamente por las mordeduras de las mandíbulas metálicas, tanteando entre las cenizas, encontrando su actual espada, caminando pesadamente hasta el hombre, apoyando la punta del arma en su ennegrecida y crujiente piel.

Revierte lo que nos hiciste –exigió Blaze, resquebrajando la calcinada piel del mago come humanos.

Lamentablemente, no sé cómo hacerlo, nunca lo necesité, siempre logré matar a mis… presas… Se quedarán… así… –dijo el hombre con medio torso esquelético expuesto, con uno de sus pulmones a la vista, el que dejó de inflarse, colapsando, expeliendo su último aliento.

Maldito cobarde, tan sólo te asé un poquito –dijo Blaze, arrojándose al piso, durmiéndose en el acto, pasándole la cuenta el hecho de haber estado despierta casi tres semanas, roncando sonoramente, ahuyentando a animales que se encontraban realmente lejos del bosque, retumbando en la lejanía.

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La sombra acechaba a Echleón desde el día en que Gaddala trató de atacarle, mirándolo hacer sus quehaceres diarios sin siquiera enterarse de que estaba siendo vigilado.

Si tan sólo pudiese ponerte un dedo encima, pero… –dijo la sombra, observando con impotencia al veterano mago, deseosa de acabar con él— algún día lo lograré.

¿Qué harán nuestros fuertecitos jóvenes?, ¿se revertirá el hechizo del caníbal tiempo después de su muerte?, ¿por qué la sombra desea acabar con Echleón, si anteriormente lo defendió del ataque de Gaddala? Esto y mucho más en el próximo capítulo de BLAZE!

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