Una historia de posguerra

Una historia de posguerra

Antonio Fernandez

08/09/2018

De mis tías tenía, de cada una, una versión distinta. Si es que al final, cada uno recuerda lo que puede, o lo recuerda a su manera, lo que en su día entendió, o lo que más le gusta. Cuando me enseñaron la foto del día en que mis abuelos se casaron, me dijeron:

—Esa foto es de la boda de tus abuelos, la primera.
—¿La primera?
—Sí, vamos a ver, es que se casaron dos veces.

Una de ellas me dijo que se volvieron a casar porque habían perdido el certificado de matrimonio, en la guerra, con tanto lío. Esa historia no acababa de convencerme, y puede que mis abuelos no pudieran decir otra cosa. Mi otra tía me explicó que el matrimonio después de la guerra ya no les valía, porque era civil, y que se tuvieron que casar por la iglesia cuando terminó la guerra. Que mi abuelo salió de casa, siendo ella una cría, vestido con sus mejores galas, las mejores que debía tener en aquella época. Y que unos vecinos le dijeron:

—Pero Antonio, ¿dónde vas tan arreglado, es que te vas a casar?

A lo que mi abuelo no contestó, solo bajó la mirada. Sería algo de lo que no se hablaba, por miedo, ya sabes, aunque él había sido siempre muy discreto. Entendí la historia un día de agosto, pues leyendo una novela sobre la guerra civil y la posguerra española, di con esta información en una nota al pie de página: «Aunque en el bando republicano eran muy frecuentes las uniones libres y las mujeres no eran ya “esposas” sino “compañeras”, muchos matrimonios civiles se contrajeron durante la guerra civil no en los juzgados sino en las sedes de los partidos políticos y de las centrales sindicales. Todos ellos, fueran en el lugar que fueran, serían anulados». Al leerlo me sentí dueña de la historia enseguida. Y decidí contarla. Aunque fuera mentira, era la versión que más me gustaba.

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