Conversación en la Plaza

Conversación en la Plaza

Emery

18/04/2025

-Me he dado cuenta que me quieres

-¿Que? Estás loco

-Lo estoy, loco de felicidad, porque yo también te quiero

-¿Y quien ha dicho que yo a ti te quiero?

-Sé que lo haces, ahora lo haces 

-¿Ahora? ¿Desde cuándo?

-Desde que me miras con esos ojos

Aquella señora desvió entonces la mirada del hombre, la clavó en su hombro, cubierto por un saco arrugado, viejo, beige.

-Son los mismos que he tenido siempre – dijo como si le hablara al saco

-Mentira, vil mentira -el viejo tomó aire, y continuó- No lo son, no los de ayer, ni los de antier, ni los del ayer de antier.


– ¿Entonces? ¿Que ojos tengo? -retomó el cruce de miradas al lanzar sus preguntas

– Los de una muchacha enamorada, que espera ansiosa el recreo para ver a su muchacho. Los ojos de una flor apenas floreciendo, pero ya estás en ello, y por tu mirada parece que nada frenará ese crecimiento

-Ha no ser que me corten la raíz… 

– Ajá! Entonces tenía razón

– Solo decía, viejo estupido

Dijo entre risitas tímidas la viejesilla

– No tienes que decírmelo, ponte como una chiquilla si quieres. Pero yo si lo digo, te digo que también lo estoy, muy enamorado, cada que bebo pienso en ti, cada que duermo sueño contigo, y si no, pierdo el sueño por ti, y cuando como las mariposas del estómago abrazan mi alimento.

– ¿Donde has leído todas esas cosas melosas?

– En mi corazón 

-Eres un tonto, tonto muy tonto.

Dijo la viejita, con una sonrisa que no pude ver pero si escuchar, acompañando sus palabras, mientras apoyaba su cabeza en el hombro del viejo. Sentí la tensión en el aire, empezó a hacer bochorno. Las cosas empezaron a volverse un poco rosas. Las flores del vestido de la anciana cobraban vida y giraban en espiral

Me levanté de la banca donde descansaba, que estaba en la retaguardia de la banca de aquellos ancianos enamorados. 

Y me fui para no robarme ni una pizca de aquel aire ajeno, lleno de rubor y cariño.

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