-¡No te entrometas Dorothy! No me vas a enseñar cómo debo educar a mis hijos, apártate, le voy a dar una lección a este bastardo malagradecido.- respondió mi padre.
Mis padres empezaron a forcejear de una manera bastante horrible, ninguno de los dos quería ceder.
-¡Ya paren, por favor, los vecinos podrían escucharlos y alertar a la policía, esto no servirá de nada!- les decía desesperadamente, intentando darle fin a un conflicto tan inútil.
Pero aquel enfrentamiento terminó de la forma más perturbadora posible…
Cuando mi madre sujetó la muñeca derecha de mi padre y empujó su brazo hacia atrás, jaló uno de los bolsillos de su traje y un inesperado objeto cayó al suelo: se trataba de un arma.
Los tres la observamos atónitos, simplemente no tenía ningún sentido. Mi padre no era militar ni oficial de policía como para necesitarla. Lo único que se me vino a la mente en ese momento fue que tal vez la habría comprado para defensa personal.
-¿Me puedes explicar qué demonios hace esta arma en tu traje, Robert?- le increpó mi madre con voz autoritaria.
-Soy un hombre americano Dorothy, no sé qué les ves de extraño al hecho de que posea un arma, Edward debería aprender a usarla.-
-¡No digas barbaridades! Y no metas el patriotismo en esto, yo sólo exijo saber la verdad.
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