Tengo
las garras
de
astracán, de nativo
de
una patria inefable,
de
un dolor insoportable
de
una casuística insoslayable.
Tengo
garras y suciedad en ellas,
pervive
en mí y en mis uñas
se
hace dura y perdura como una
capa
indeleble.
Tengo
signos de haber sido adiestrado
como
nieve en un paraíso tropical,
fuego
tras los verbos habituales.
Me
arrancaron los sueños al primer llanto,
qué
digo, al primer diente.
Mas
aquí sigo, insistente y perseverante
rayo
entre tempestades.
©
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