Carretera de la decisión

Carretera de la decisión

Tan solo Jade

04/02/2023

Una infinita carretera y un auto con más vida que mi difunto abuelo; dos claves con las que a continuación, voy a definir la toma de decisiones. 

Llega ese momento en el que te vas de vacaciones, contentísimo, con la cachila heredada por algún familiar y que por ello, sin contar la falta de dinero, la aprecias y apodas como «mi bebé». Es esa cachila la que pide un cambio de pañales en medio de la carretera. No sólo de pañales sino también de biberón, ropa, chupete, entre tantos. Es esa cachila, la que te deja con el aliento atragantado en medio del horno. El rayo del sol pega justo en la mitad de tu cabeza, que hasta sentís cómo se te achicharran los pocos piojos que tu hija trajo del colegio y te contagió. 

– ¿Qué pasó? – te pregunta la mujer. 

– No sé, se apagó – y la miras a ella con esperanza, como si la pobre supiera de mecánica. 

Es en ese mismo instante, en el que tu mente cobra vida y comienzan los soldaditos de juguete a invadirte. Disparan sin piedad y sin parar, y sentís el ruido de esas metralletas que parecen no tener bala final. Sos consciente de que nadie pasa por esa carretera, porque es tuya y no tienen acceso a esa entrada. Entonces, después de tanto pensar y pensar, recordás lo que te dijo una vez tu psicóloga antes de ghostearla: ¿Cómo puedo solucionar este problema?

El sol pega en el techo de la cachila y parece como si estuvieran horneando un pollo, es decir, como si te estuvieras cocinando vivo. La transpiración sale de tu pelo y convierte tu cuerpo como si hubieses salido del mar, pero el disfrute se fue de vacaciones antes que vos. Entonces mirás y pensás, mirás y pensás. En el proceso perdés la poca cordura que te queda pero buscás cómo avanzar. Te hacés el mecánico y vas a revisar pero caes en la cuenta de que no lo sos, y mejor es dejar de inventar. Tratás de prender el auto y escuchas que sí quiere avanzar pero por alguna razón no lo hace. No comprendés porque no te detenes a observar bien qué es lo que sucede. Así que probas reiteradas veces; prendes, ves que quiere arrancar pero no lo hace, no arranca. Y no arranca. La mujer a tu lado te mira, y a través de sus ojos podés ver la lista de opciones pero no entendés el lenguaje. ¿Quién es la mujer?

Te empezás a sofocar más de lo normal, entonces, agarrás tus maletas del baúl y optas por irte caminando. Al fin y al cabo, es lo mismo morir esperando una señal divina, que morir por las quemaduras del sol hasta que encuentres un árbol. 

Volteas y no sólo ves a la mujer en el auto, sino también, las demás cachilas que abandonaste por no hacer frente a la situación y huir para no tomar esa decisión.

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