RELATO INFRAORDINARIO

Esto va de esa palanca pequeña que sirve para accionar la cerradura de una puerta, la puerta de mi casa. Nada más infraordinario, habitual y discreto que ese simple artilugio manoseado cada vez que alguien necesita salir. Podría ser un pomo, pero no lo es. Es una manilla. En su momento, alguien lo decidió así y así quedó. Dispuesta a cumplir su importante función: dejarnos salir. Lo que yo no sabía (un día me quedé fuera, sin llave) era que también podía permitir entrar. Menuda sorpresa.

Años de discreción, de pasar inadvertida. Sabíamos de su personalidad, pero lo teníamos tan asumido que salíamos de casa sin darnos cuenta siquiera de haberla tocado, mucho menos de haberla tratado con especial cuidado. Y lo hacíamos. Infraordinariamente, pero lo hacíamos.

Un buen día se estropeó la cisterna del inodoro. Y por extraño que parezca, esta inesperada y escatológica circunstancia fue el detonante que provocó la rebelión de la manilla. Al querer salir el experimentado manitas, la manilla cobró vida y se quedó en su mano, además de dejarle también con la boca abierta. Sucede que para evitar esta anomalía es necesario evitar tirar de la manilla antes de bajarla para esconder el pestillo. Y esto solo lo sabemos nosotros. No el manitas del inodoro. Tras las oportunas explicaciones y nuestra negativa a su sugerencia de reparación (es nuestra manilla y su defecto es de nacimiento) todo regresó a la infraordinariedad. Pero parece que la experiencia le gustó (a la manilla) y al poco volvió a ejercer protagonismo. No sabemos si cobró poderes sobrenaturales o si se trató de un suceso aleatorio, pero el caso es que, a los pocos días, se presentó en casa una antigua amistad que «pasaba por allí». Y claro está, después de entrar, también quiso salir. Y la manilla volvió a salir del agujero. Y como se dice que no hay dos sin tres, aquí estamos esperando otro imprevisto, avería, escape de agua o incidente similar que haga ordinarios estos paseos.

Porque nuestra manilla es mucha manilla. Como dijimos antes, también sirve para entrar. Todas lo hacen, pero para nosotros, la nuestra es especial. No vamos a explicar cómo se hace. Pero se hace. Desde fuera. Con la puerta cerrada. Pregunten a un cerrajero. No vamos a dar ideas. Lo tenemos controlado. Pero, indudablemente, algún día volverá a hacer de las suyas. La manilla. Nuestra manilla.

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