Plasmo en el papel mis recuerdos, vivencias y experiencias; no escribo palabras, escribo sentimientos que me queman por dentro, cosas que están ocultas bajo las capas de mi piel; abro la cajita de mi corazón y me libero de la rabia, la frustración y el enfado acumulados, sangro a través de la tinta del bolígrafo.

El tiempo que pierdo escribiendo lo gano en curación para mi alma, me desahogo en la escritura, voy nadando de hoja en hoja sin cansarme, expreso lo que la boca no tiene el coraje de sacar afuera, rompo mis cadenas y alzo el vuelo durante unos minutos,…

…¿o quizás horas?…

…¡me da igual!…

…me siento liberada; el aire que respiro es distinto cuando estoy escribiendo, aunque en ocasiones creo que ni siquiera respiro, no necesito aire porque las letras son mi oxigeno en esos instantes; no quiero que el reloj siga contando minutos, pues deseo quedarme siempre un rato más sacando los secretos escondidos que hay dentro de mí, escuchándome mientras inhalo y exhalo en la paz de mi cuaderno.

Y hay momentos, en los que no se si seguir soñando que escribo o despertarme a la realidad de una vez por todas y seguir con mi vida, donde soy alguien muy normal, alguien sin ningún don ni talento extraordinario, una mujer simple que no sabe ya distinguir entre el sueño y la realidad, una mujer sencilla, que es feliz soñando que sabe escribir.

Para todos los que persiguen sus sueños.

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