Sueños bajo tierra

Sueños bajo tierra

Antonio Fernandez

15/08/2022

El movimiento de la brisa es acompasado y solemne; la arena invade los caminos e intersecciones; insistente, no importa si cada día la escoba barredora la obliga a empezar de nuevo. Las enredaderas inician su determinada política expansiva; beligerante junto a los cipreses que añaden un día más a su vetusto existir. La incontenible tierra le imprime un color amarillento a los bajorrelieves. El engranaje del reloj suena en números cambiantes para reanudar la atemporal e infinita marcha de la vida; pero aquí, todo es muerte.

La palabra trabajo temporal pierde sentido en este ambiente pausado, silencioso y lóbrego. Nadie osaría desearme providencia en el empleo cuya actividad dependerá del número de personas que se colocan bajo tierra. El trinar de los pájaros es igual en días de duelo y en festividades. El ambiente –me da pena reconocerlo- es propicio para continuar la escritura de mi historia: Sueños bajo tierra.

Viví con horror la primera noche de guardia en el cementerio; insomne, eterno, el amanecer irrumpiendo, no borra lo experimentado la noche anterior. Lo silencioso del día es reemplazado por los más variados sonidos. Los arboles mueven sus ramas de manera
rauda al ritmo de una melodía inaudible. El ignis fatuus anuncia el fin de una vida y el comienzo de otras: la de millones de organismos para los cuales somos su sustento. Reescribí el primer capítulo, en sueños bajo tierra el protagonista que pasa por una terrible decepción amorosa, desarrolla una inusual fascinación por lo mortuorio.

La palabra cementerio viene del griego koimeterion: dormitorio, aquí todos duermen; el sueño más profundo y pacifico, del que sin embargo, su despertar es tan remoto como improbable –un par de anécdotas refutan esto-. Los imagino teniendo conversaciones entre ellos, charlas cual vecinos de tumba hablando sobre sus peripecias en vida y las particularidades de su nueva situación.

Soy el único a cargo de la vigilancia; el joven centinela que cuida que en donde nada sucede –en apariencia-, se mantenga así. Se esperan más solicitudes; soy poco esperanzador de que ocurra. Mientras, la noche de vigilia la utilizo para escribir o dar un paseo por sus recovecos y maravillas arquitectónicas:

Fastuosas construcciones intentan compensar probable ausencia de atenciones en vida; flores marchitas anuncian la terminación del fragor del duelo siendo remplazado por aceptación y resignación; una vida termina y otra continua; opulencia y precariedad se muestran aun en la muerte.

  Quiero que mi historia sea de diez capítulos como las Églogas de Virgilio; a veces imagino los muertos como libros cuya vida y particularidades son como literatura: están los interesantes, y están los simples, los entretenidos y los densos e incomprendidos; están los cuentos, relatos, ensayos; los hay como novelas inabordables, impensablemente largos, y otros lastimosamente cortos; todos colocados en hileras como en una biblioteca sempiterna. Nadie para leerlos.

En la ciudad hay desenfreno y caos. Se apura la marcha entre sus protagonistas como ansiando su estadía a esta, que es la última estación; cada día -en su trayecto- pasan por donde morarán al final del tiempo y aun así desean pisar el acelerador de sus vidas. Afuera hay desigualdad, ruido, y confrontación; aquí adentro hay igualdad, silencio, y paz.

Pienso que mi historia pasará de diez capítulos a doce como mis horas de guardia; el protagonista descubre en una lectura aleatoria un antiguo libro de la biblioteca de Alejandría, en que un hombre caído en desgracia, decide esconder en la tumba de su amada un antiguo y ansiado tesoro#bocadillo.

El protagonista se obsesiona.  Los capítulos posteriores acepta el trabajo en el cementerio de la ciudad y de manera metódica y resoluta empieza la terrible tarea de profanar las tumbas en busca del tesoro. A medida que avanza en su exploración la vergüenza lo posee, pero el deseo de renunciar lo atribula más; al final del relato da con un ataúd cubierto de arena siendo una alegoría de que más valioso  que amores infructuosos es: el tiempo.

Nada se vive con mayor pasión, ni con mayor deseo que lo que está bajo el influjo de lo efímero; lo eterno lo  envidia, y por eso sufrimos la ira de las deidades.

El verdadero espacio tiempo que ocupamos en este mundo tiene un significado menos elevado: si hay algo seguro es que el tiempo es la medida que nos acercamos cada vez más a la bóveda cóncava que es nuestra morada eterna; a ese espacio que está reservado de antemano. Un contador invisible e indetenible reanuda su marcha en cuenta regresiva, la impostergable cita a la que acudimos todos los vivientes.

He manifestado que la vigilancia puedo llevarla yo solo. No quiero compartir con  nadie el tesoro descubierto; quiero continuar aquí preparando mi estancia hasta el último día de lo que espero sea una vida longeva. El último día, será un comienzo. Suprimí los dos últimos capítulos; corregiré, modificaré, ampliaré la historia a innumerables capítulos como las estrellas del cielo y la arena del mar.

***

He despertado del enorme letargo que implica estar vivo; y quiero continuar el camino en el valle de los muertos para continuar con mi historia inacabada en el otro plano. Me llevaré mis sueños muy al fondo, tan profundo como el pozo de Demócrito. El descenso a la oscuridad iluminado por el candil de mi arte. Burlaré a Leviatán tanto como pueda.

Estaré allí donde se cruzan los caminos; donde las enredaderas rebeldes seguirán rivalizando con los cipreses; en las imágenes en bajorrelieve llenas de tierra y el infinito trinar de pájaros a cargo de mi marcha fúnebre. Mis sueños estarán donde si alguien decida ir de tumba en tumba y llega a la mía, podrá confirmar que la existencia continúa en modo de letras.

Cuando las funciones corporales se apaguen, cuando sucumba al irremediable susto de la parálisis total, cuando la audición perciba el ultimo estimulo, seré pleno ¡muerte ¿dónde está tu victoria?!

La luz y las tinieblas reclaman su botín de guerra. Allí estaré; donde pueda decir y confirmar que los sueños… continúan bajo tierra.

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