Yo conocí al hombre del saco; un extraño que llegó a mi vida y me ofreció sus caramelos, me embrujó con sus piropos, me lleno de ilusiones, me cameló con sus palabras amables, me dijo que me regalaría la luna y el sol, me contaba cuentos llenos de un futuro mágico y repleto de bendiciones, me hacía soñar con el matrimonio y con que formaríamos nuestra propia familia juntos y me decía 1000 veces: «te quiero»; me hizo arriesgarme a seguirle, a abandonarlo todo por estar a su lado; como el flautista de Hamelin, me hipnotizó con su música para que le siguiera en su camino.

¿Y dónde está el problema, si todo lo que me ofreció fue verdadero, puro y sincero?

Sus caramelos fueron mi mejor alimento, sus cuentos se convirtieron en la historia de mi vida, mis sueños pasaron a ser mi más pura realidad y los 1000 «te quiero» fueron dichos por su alma.

No me arrepiento de haberme arriesgado a seguirlo, no me arrepiento de haber abandonado todo por estar a su lado, vuelvo y volveré cada día de mi vida a dejarme hipnotizar con su música de amor…

…porque valió la pena caer en su saco.

Para mi hombre del saco

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