Un hombre debe aceptar su realidad,

El silencio carcome el alma,

Las agujas del reloj flotan entre nubes bizarras de color azul,

Vuelan los ángeles y la golondrina trina sobre el suave abedul,

Cantan las aves y el tiempo pasa,

El verano se acabó, el invierno ha llegado impetuoso,

El viento solano llega del norte,

Azotando con ímpetu los ventanales,

Se quiebra el cristal,

Cae la copa de plata,

Se quiebra el cuenco de oro,

El hombre mira su miseria,

Sabe que no es más que polvo,

Un pequeño punto que se pierde en la neblina,

Minúsculo ser ante la inmensidad del universo,

Suena el arpa negra de luzbel,

Canta infame sobre la rivera nocturna,

Donde se poza el búho sobre la rama del enebro,

Donde el cuervo hace su sitio,

Donde el demonio baila desnudo y la serpiente engulle su víctima,

El hombre llora su pena,

El infeliz sabe que su vida es menos que nada,

Una hogaza de pan tiene más valor,

Donde la traición mora sino entre los vivos,

No es la traición el himno del mal,

En lo alto el Príncipe de Arcángeles contempla el caos de la profana humanidad,

Suena la trompeta,

El reloj se detiene,

Las cuerdas del destino se rompen como un hilo,

Frágiles como una telaraña el hombre da su último suspiro, para finalmente morir reconociendo que sin nada vino y sin nada se irá.

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