Me había cansado de la tarde gris, del verde pálido que bordea el dibujo en la pared, de sus fisuras y su risa burlona que pretende aventarnos a otra realidad. Juega, en ese juego, de la mirada y el intelecto. No sé si fue el artista y su extraordinaria maestría que hizo de esa sonrisa un juego, un dulce y macabro juego.

Aquella tarde, regresé mucho más temprano, me acerqué un tantico al mirador para observar, como de costumbre, el enjambre humano que zigzaguea bajo la luz de un sol ensordecedor. E ipso facto, la luz de esa radiante estrella, y mi espíritu inquieto, me halaron a la pluma y al tintero.

Hablaba sola, balbuceaba, que ni yo me comprendía. Me distraje y en un instante, caí en el lago de un misterioso ostracismo. Contemplé el mundo fascinante y embriagador, y al unísono, peligroso y traicionero. El hilo mágico que me guía detuvo sus pasos muy cerca del alfil del infortunio. Giré mi rostro y mis cabellos se ensortijaron en un poema delirante y extraño, un poema que brotó dentro, muy dentro de mi alma ignota.

*

Alguien vendrá y golpeará en la puerta sin cerradura

Y atravesará el pasillo sin cadenas.


Alguien vendrá y observará por la ventana inexistente,

Y paseará de soslayo por el prado de cemento y hojarascas movedizas.


Alguien vendrá, y tomará un jazmín, y untará un pañuelo,

En la vid de la última lágrima que en el aire yace.


Imagen: Créditos a su creador.

Luz Marina Méndez Carrillo/07072022/ Derechos de autor reservados.

Obra registrada en Cedro-España/ https://www.cedro.org/

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