La amargura lo fue colonizando. Shuster se convirtió en empleado de correo y algún día tuvo que llevar un paquete al mismo edificio en que la editorial tenía sus oficinas. Alguien lo vio y lo hicieron subir a encontrarse con sus viejos editores que no podían creer la situación del dibujante. Ese día apenas recibió de ellos una propina y un consejo para que cambiara de trabajo.

  Su desencanto y resentimiento era enorme, sin hablar que en su nuevo trabajo lo había mordido un perro al realizar una entrega. Cuando estuvo en la editorial. vio a muchos empleados muy mediocres, y pensó volver a dibujar, y para eso tomó una medida extrema. Dejó su trabajo en el correo.

  En su pequeño departamento, solo tenia entre sus manos la liquidación final que le dieron a la renuncia, fue hasta la tienda y compró pan, fiambres, una botella de guisqui etiqueta negra, y se puso a dibujar.

  Al cabo de tres días, la producción le resultó aceptable solo faltaba decidir donde mandar el material…a todos lados, se dijo. Compró sobres, estampillas, y metió dentro los originales. Se acostó a dormir a la espera de respuesta.

  Se quedó en la cama, no tenía nada mejor que hacer, solo beber y esperar.

  A los tres días sonó el móvil, era una revista satírica francesa.

  –Nos gustó el material–dijo el secretario, y agregó–Nos sorprendió que haya llegado por correo ordinario, en lugar de una archivo.

  Shuster sabía que, dado la tacañería de los franceses, los impresionaría este gasto, y también que destacaría de entre todos lo archivos web.

  –Me alegro por eso–respondió Shuster, tratando de no parecer demasiado desesperado por el puesto.

  –Quisiéramos tenerlo de colaborador permanente, por sus trabajos veo que puede ilustrar sobre cualquier tema–Escucho del otro lado de la línea.

  –Oh, claro…soy un profesional.

  –Bien, ya tiene la dirección…Queremos conocerlo para arreglar los términos de la contratación.

  –Claro…¿el miércoles le parece bien por la mañana?

  –Si, lo esperamos–se despidió el secretario.

   Shuster Se levantó de la cama, dio un buen lingotazo a palo seco a la botella, tomó la pastilla y dejó que el sueño lo llevara de ahí.

  Ese miércoles se levantó temprano, desayuno con calma un café negro, un antiácido y dos aspirinas, se afeitó, tomo su carpeta de trabajos, salió, paró un taxi…sintió que podía permitirse ese gasto.

  Lo recibieron muy bien, la revista era satírica de vanguardia, o sea que estaba muy presente, no solo el humor negro y provocador, sino también el humor cruel, que a su entender, tenía poco de humor…pero era la revista que lo había llamado, y él no estaba en situación de elegir…el dinero se acababa.

  –A ver, a ver…muy interesante—dijo el jefe de ilustradores al ver su carpeta.

  –Gracias–replicó Shuster.

  –Queremos que comience mañana mismo.

  –Perfecto.

  

  Al otro día se presentó en la redacción, le asignaron un tablero y una Mac, y le dieron un trabajo para hacer, una ilustración provocadora y ofensiva, satirizando un tema no haría reír a todo el mundo.

  Recibió su primera paga un día antes de que saliera a circulación el numero en que él había hecho su primer trabajo, y mientras esperaban los resultados del reader-ship, siguió trabajando en otros encargos del mismo tenor.

  A los tres días de estar en circulación el ejemplar, recibieron resultados que superaron las mejores previsiones de la editorial, el jefe de redacción se presentó para felicitar al equipo. Todo era risa hasta que se abrió la puerta, se escuchó una pequeña oración religiosa seguida de un grito en un idioma foráneo, dejando paso al sonido de las armas automáticas que los acribillaron.

  En su antigua editorial su ex jefe pensó que tal vez no debería haberle aconsejado que cambiara de trabajo. Sin lugar a dudas el correo era un trabajo mas seguro. a pesar de los perros.

  

  

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