Desde que llegué a la ciudad me di cuenta de que la mayor diferencia entre mi vida en el campo y esta nueva experiencia es el tiempo.

Los días en el campo, a pesar de estar muy ocupado, eran más lentos, más largos y parecía que todo era espacioso y libre, aquí sin embargo los espacios son pequeños, casi sofocantes y todo va tan rápido.

Todos nos conocíamos, nos saludábamos, éramos como una gran familia, aquí nadie sabe nada de nadie, tengo muchos vecinos en el edificio en el cual vivo, pero no tengo idea de cómo se llaman, como viven, que necesitan, en el campo estaban más lejos, pero se sentían muchísimo más cercanos.

Después de la enfermad y posterior muerte de mi padre nos quedaron tantas deudas que mamá decidió que lo mejor era venderlo todo, ella se fue a vivir con su hermana y yo vine a probar suerte por acá, conseguí un trabajo en la construcción y seguí para adelante perdiendo mi norte, ya que creía que iba a morir de viejo en el campo donde nací.

Todo pasa tan rápido.

La tarde que me di cuenta cómo eran los sentimientos del mundo urbano, era viernes, yo venía de trabajar, cansado, con la mirada perdida en una pequeña ventana por la cual los edificios iban desapareciendo, mi mente volaba por plantaciones de papa, cebada y maíz que solo Vivian allí, en los recuerdos más profundos de mi ser.

Sentí una especie de energía que me obligaba a voltear la mirada, lo hice y la vi, me miraba muy fijamente, con ambas manos se tomaba del tubo ese que tienen los transportes colectivos para que podamos ir parados y cobrar por un mayor número de pasajeros.

Jugaba con una goma de mascar dentro de su boca, al ver que había llamado mi atención sonrió, lo cual como si fuera un reflejo me hizo hacer lo mismo.

A medida que las personas fueron bajando ella se fue acercando y se paró frente a mí, yo junto a aquella ventanita iba también de pie

-Hola

-Hola señorita-respondí cortante

Ella tambaleando se acomodó frente a mí, bajo la cabeza y subió la mirada, cuando el coche hizo una frenada ella exageró un poco y se dio casi contra mi cuerpo, se rio y volvió a mirarme. Yo subí mis cejas algo confundido, nunca había vivido una situación similar.

No paró de mirarme, sonreírme y hacer movimientos coquetos en todo el viaje, yo le respondía dentro de lo que mi inexperta inseguridad me permitía.

En un momento el coche tuvo que meterse dentro de un túnel poco iluminado, cosa que yo había visto varias veces, ella se aproximó un poco más y por un momento tuve miedo de que su verdadera intención fuera quitarme la billetera por lo cual puse una de mis manos dentro del bolsillo que la contenía.

Después de eso ella rozó muy a propósito su cuerpo contra el mío se dirigió a la puerta, y bajando siguió mirándome.

Pasaron los días, se hizo viernes, la volví a encontrar en el mismo lugar, se paró frente a mí y ató sus rulos oscuros.

-Hola

-Hola señorita

El mismo juego coqueto se repitió, pero esta vez me sentí menos tenso, y pude corresponderle, cuando estábamos por llegar al túnel volvió a hablarme

-Bajate conmigo

– ¿Yo?

-sí, bajate conmigo, voy a estar sola no tengas miedo.

Si bien recordé las advertencias de la gente de mi pueblo sobre los peligros de los citadinos, me dije a mi mismo que debía intentarlo, pasando el túnel la seguí.

Tiró el chicle escupiéndolo en el suelo, sin buscar donde lanzarlo, y me dijo sonriendo.

-Soy Maru, vivo ahí- señaló un edificio sin parar de caminar

-ah, bueno.

La seguí subimos el ascensor, el lugar donde vivía era casi igual a donde vivía yo, cuando entramos ella me preguntó si quería agua o algo, le dije que no, entonces me besó y prácticamente me empujó sobre un sofá se sentó sobre mí, me bajó el cierre de la ropa de mi uniforme, rápidamente me tocó, subió su falda de jean, no tenía ropa interior y allí mismo sin mediar muchas palabras me metió dentro de ella y no paró hasta que hizo que terminara, se bajó se soltó los rulos, me volvió a ofrecer agua y me volví a negar, me dijo que si yo necesitaba ayuda para irme a casa, también lo negué, se puso a mirar su teléfono celular, nunca me preguntó ni el nombre, entonces me levanté y fui hacia la puerta, no sabía si despedirme o no, pero al ver que me ignoraba, simplemente me fui.

Me sentí algo confundido y me dije varias veces que seguramente estas cosas pasan en la ciudad.

Al llegar el siguiente viernes, la vi subir de nuevo, esta vez no iba sola, había un joven alto a su lado, se pararon frente a mi, ella ignorándome miraba por la ventana mientras el chico le hablaba de la biblioteca, bedelía, fichas y materias universitarias, que yo nunca conocí.

De vez en cuando ella le respondía, otras veces solo se giraba y le besaba apenas los labios. Me pregunté varias veces si en mi pueblo algo así habrá pasado.

Cada viernes durante meses subió, sola o con su pareja, pero siempre ignorándome.

Hoy es martes, estoy llegando a casa, frente a mi se paró una rubia, se rió, le respondí igual, parece que si, son cosas de la ciudad, quizá dentro de unos meses me ignore igual que Maru, quizás no, o todo quede en esas risitas, ya no me preocupa ni la billetera, ni los sentimientos, total aquí todo pasa tan rápido.

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