Tú estás viviendo en la comodidad del olvido y en ese lugar ninguna remembranza puede hacerte reflexionar, porque lo que duele más vale que no perviva, no se repita y no exista. La dolencia es el aprendizaje de pocos y tuya, no. No está en tus genes soportar el dolor como medio de aprendizaje. En ti yace la necedad, esa de intentar, fallar, olvidar y regresar para tropezar. Jamás te preguntarás dónde estuvo el tramo del error para ahí no volver a pisar o en tal caso, al menos pisar por los costados.

Así eres tú Rebeca, tu vida está marcada por la abominación de errores predecibles y fáciles de mitigar. Sabes engrandecer lo malo, destruir lo sublime y retirarte al regocijo del olvido, después regresas para empezar otra vez sobre la carne magullada de quienes pisoteaste. No olvides que ellos no son tú y sus heridas no cierran mientras tú duermes.

Rebeca, Rebeca, comprende de una vez que la juventud es un pretexto de la vida, en tiempo, nada es, pronto te llegará la vejez y de su mano la sombra de la muerte. En esos momentos de incertidumbre nadie te brindará compañía. Es cierto que afrontaras sola el incierto camino de la muerte, pero el humano necesita morir mirando a otro similar, el cobijo de otra alma que despida la tuya.

Rebeca, no seré yo quién te haga reflexionar, pero te dejaré para que sigas con la vida que has elegido, espero que tu amante en turno aprecie tu cuerpo más de lo que tu misma te aprecias.

Sigue viviendo la comodidad del olvido, mientras te regocijas en la conformidad de tus errores.

Adiós Rebeca, muere sola, yo, tu hermana, no volveré para cuidarte.

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