Que tal un poco de sexo salvaje, de hacerlo a escondidas, en la calle. En la playa, a la luz de la luna, cuando todo está oscuras y no hay nadie. Que tal si nos emborrachamos otra vez y bailamos, hasta sudar todo el alcohol que nos ciega, que nos saca el instinto salvaje. Y que la resaca nos recuerde que somos el más puro reflejo de la vida, que las ganas nos tienen envidia porque nunca nos quedamos con ellas y es que les robamos el nombre. Te invito a volver donde lo dejamos y comprar ese billete de vuelo que nos lleve a quien sabe dónde. Bueno sí, a perdernos en cualquier isla donde el sol nos abrase y acabemos en la ducha hasta que la noche llegue, como tú y yo bien sabemos, como sé que a ninguno de los dos se nos olvida. Si quieres dejamos el orgullo de lado y te dejo que me muerdas otra vez los labios, esta vez sin quejarme, hasta que duela, hasta arañarte y que tu piel se quede entre mis uñas y las marcas no se borren de tu espalda por lo menos en unos meses, para que cada vez que te mires en el espejo no te arrepientas, para que vuelvas sediento con ganas de más. Permíteme disculparme, por no haber sabido amarte, por confundirte con mi mejor amante y no haberte dado lo que tú creías merecer. Fuera de cualquier romanticismo tú también apostaste todo al placer. Perdona por decepcionarte, yo también te perdono por haber hecho tú lo mismo. Por eso no duele, no quema, no desgarra y no aprieta el corazón. Tú y yo fuimos iguales, tú y yo seguiremos siendo animales.

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