El hacedor de basura

No me queda mucho que hacer sino recoger y darle valor a la basura. Que, si la gente ha opinado de mi como una persona despreciable por mi trabajo, eso no lo dudo ni un instante, confieso que es mi forma de tener un recurso económico, algunos pesos para alimentarme a mí y a mis dos perros. Teniendo una edad de 25 años, me siento angustiado por el futuro que no puedo ver claramente, si esta será toda mi vida pienso que estoy perdiendo mucho. No es ni de extrañar que mi familia se alejara poco a poco de mí, y que tengo odio por los que me rodean, y a los que me atacan constantemente, no con las palabras sino con sus miradas lascivas. Me he enfrentado a solo querer a mis dos mascotas y vivir moderadamente ebrio casi todos los días. Pienso que si algún día desapareciera no habría nadie que me quisiera dar un sepulcro digno, ni siquiera habría quien pagara un funeral o que alguien me llorara, bueno, puede que mis mascotas me extrañasen, pero encontrarían a alguien más a quien amar.

Sacando profundamente con sus manos ásperas del gran montón de desechos, está el hacedor de basura. Barrenando y moviendo esos montones de restos que ya nadie usa, un trabajador que se esfuerza por tener un medio económico para sobrevivir. De aspecto joven, delgaducho, cabello lacio y corto de color negro, de tes morena y dientes podridos por las drogas y el alcohol. Acomoda y se guarda unos restos de metal, ropa vieja, juguetes, accesorios varios y algunos objetos de valor para su venta. Se hinca suavemente en los montones de basura, usa un tipo de pañuelo que le cubre el rostro para enmascarar el mal olor que olfatea constantemente. Su rostro que configura como si estuviera triste o quizás avergonzado de lo que está haciendo, pero nunca estudió y se dedicó a seguir los vicios desde más temprana edad.

Cierro los ojos y recuerdo aquel momento, en que te conocí. Mientras escarbo cuidadosamente para no mancharme las manos con los pañales, tengo este recuerdo que últimamente me está marcando. Si, ya veo tu rostro y toco tus manos. Tendría unos 19 años aproximadamente cuando te conocí y lo gracioso es que tu me cambiaste la vida, y es aun más extraño que yo te llamara la atención. Eras la chica extranjera que se había mudado a mi colonia, una colonia algo pobre, por cierto, por eso nos desconcertaste a todos, me contaste que llegaste por estos lares cuando tu familia cayó enferma y fallecieron, tomaste los pocos ahorros que tenías y te atreviste a vivir en una ciudad en una colonia pobre para poder comprar una casa. Mira que astuta, quisiera decir tu nombre, pero no quiero hacerlo no quiero que me vean llorar. Entonces, llegaste y como si estuviera poseído te hablé cuando cruzaste la calle que estaba en frente de mi arruinada casa, tu muy amablemente me respondiste el saludo, con esa amabilidad que jamás me habían dado. Es cierto, tengo amigos, pero solo son amigos donde nuestra única relación es el consumo de drogas. En fin, tu me hiciste sentir bien. En verdad que no quiero ya seguir recordando esto porque me duele tanto los sucesos posteriores a ese día que te hablé. Llegó el amor, el amor para mí que ni siquiera había pensado. Nos veíamos sin escondernos, desde el inicio, pero la gente opinó todo lo contrario, es más, recuerdo que los vecinos (específicamente las señoras que se dedicaban a cuidar a sus hijos) te aconsejaron alejarte de mí, que mi aspecto no encajaba con el tuyo; y que lo mejor era que te alejaras, sobre todo porque yo soy una persona que me dedico a ganarme la vida tomando lo ajeno, me dijeron ladrón cuando solo me dedico a reutilizar lo que la gente desecha.

Pasó aproximadamente medio año  de nuestra relación, tuvimos un poco de todo, abrazos, besos y hasta hicimos el amor, siempre te respeté y me convertí, sin darme cuenta, en una mejor persona. Deje de ingerir estupefacientes, así como una disminución considerable de consumo de alcohol, todo marchaba de maravilla. ¿Cómo puedo describir lo que sentía y lo que siento ahora? Es un cambio total de mi vida, cuando tu estuviste y cuando tu te fuiste, me dolió cuando de tus lindos labios me dijeron que ya no podíamos vernos más, que un familiar desconocido tuyo te había localizado y tenía pensado llevarte a Estados Unidos, venderías la casa y te alejarías de todo esto, vaya farsa que te inventaste, me rompiste el corazón porque supe que tú me decías esto para que ya nadie nos viera juntos, y es más, aunque tu no lo supieras me enteré que ya estabas saliendo con otro tipo. Desde ese momento me vine abajo, quede muy seco de tanto que te lloré, y con todo lo que tenía encima en mi cabeza regrese a los vicios. Pasó otros seis meses y te esfumaste de la colonia, al parecer este nuevo novio que tenías era adinerado y por supuesto no trabajaba con la basura.

Con su morral a cuestas en su hombro lleno de objetos para vender y ya terminando su labor, el hacedor de basura llega al final de su jornada, con esos recuerdos tambaleando en su mente entre sacas sus manos de una ultima bolsa para encontrar quizás algo valioso. Y de repente, en borbotones de sangre se había incrustado un gran pedazo de cristal de una botella rota de licor. La magnitud de la lesión en su mano le hizo dar un grito de dolor pues no solo se había cortado profundamente la mano, sino que también su mano estaba impregnada de excremento de los pañales que tuvo que tocar para abrir la bolsa. Corrió despavoridamente a su decaído hogar para sanar su herida, se lavo extenuantemente la mano con jabón en polvo y se vertió alcohol suficiente en la palma de su mano para no sufrir una infección, pero la herida era tan profunda que se desmayó.

En cama con sus dos perros al lado, y con una fiebre alta, el hacedor de la basura observa su mano vendada con un paliacate por varios minutos. Ahora que lo pienso, siempre extrañarte me ha llevado a una inestabilidad, pero cuando lo hago me hallo en otro mundo, en el mejor de los mundos. ¿Qué tanto tengo que pagar para que deje de pensar en ti? Mira como me lastimas solo en revolver mis sentimientos. Todo es mi culpa por no tener más que aspirar, solo recibo la vida como un sobrevivir, vendiendo lo que ya nadie quiere. Parece algo chistoso pensar que si tú, mi amor pasado, fueras la que levantara basura y yo la basura, me querrías un poco más, y me hubieras apreciado a pesar de lo que la gente opinara. Que drástico es seguir el sendero de los prejuicios y los malestares que la gente ni le importa seriamente. Por eso, escapar a mis recuerdos donde tu y yo éramos uno, es allí donde me hago mejor y me hace sentir bien, pero es una fantasía loca de mi imaginación. Ojalá algún día ya sea por las drogas o el alcohol, olvide todo sobre ti y así dejar de lastimarme. Y con esas últimas palabras, el hacedor de basura cierra sus ojos y acaricia sus perros para que otro día tenga una oportunidad para vivir.

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