Agricultores diferentes…

Agricultores diferentes…

Misletrasparati

14/01/2022

Me dejas una nota que para mí es un regalo, porque sin importar lo que diga, los decibeles de tu voz ronquita me abrazan y trasladan a esos tiempos en los que todos los días usábamos la línea del teléfono como un tendedero en el que colgábamos nuestras ganas húmedas. Esos días en los que la pantalla de mi celular era la puerta a un mundo mágico pero a la vez real.

Intento escucharte, despegarme del hechizo de tu voz y concentrarme en la palabra. Y escucho tus deseos que agradezco, hablas de tiempos de cosecha, de recoger lo sembrado, de sentarse a contemplar disfrutando de la satisfacción de lo alcanzado.

Que distinto lo vemos Triplefea… Somos agricultores, pero estamos en puntos distintos de nuestra jornada.

Tu quieres sentarte a cosechar, y te sientas con un café en la mano a observar lo que ya conseguiste. Tu tienes la cesta para recoger, yo la escardilla para remover la tierra.

Yo salgo con un sueño distinto bajo el mismo sol que te cubre, y a lo lejos, diviso el terreno que eres tú. El campo extenso que es tu piel, el riachuelo limpio que es tu alma llena de vida. Y no quiero otra cosa distinta a sembrarte hectáreas de besos… Yo quiero construir un bosque contigo, un bosque de árboles que pellizquen el cielo y surtan al mundo con nuestro oxígeno… 

Yo podría esperar mil días sólo sabiendo que compartes el mismo deseo. Echarnos sobre la tierra y abrir el surco de la tierra con nuestras manos, sembrar la semilla, regarla de ganas y esperar que la vida culmine su milagro… Sin pausa pero sin prisa, porque el árbol más frondoso fue alguna vez una ramita que se abrió paso entre la tierra para saludar al sol, y quisiera que nos pertenezca cada milímetro de esa historia.

Yo quisiera contigo todos los segundos del tiempo… Yo quisiera que tú los quisieras conmigo. Los quisieras tanto como para atreverte a soñar.

Pero ahí estás. Separada de mi por el muro inmenso que construiste, ese que separa tus sueños y los míos, tus miedos y mis miedos. Esos que podrían ser nuestros si quisieras romper los ladrillos.

Pero estás ahí, sentada con tu café en la mano y la cesta debajo del árbol. Viendo caer los frutos que te son suficientes para lo que quieres. 

Mis semillas se secan porque tú no las riegas, cada día me digo con más convicción que ya tú no quieres venir a sembrar. Me lo repito mil veces para terminar de creerlo.

Y cada letra la escribo queriendo no querer escribirte más.

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