El temor de no ser. 

Ponerse limites.

Reprimirse.


Evitar la tristeza. 

Adora la soledad. 

Respira…

Suelta… 

No creas…

Ni sientas… 


No mires…

No recuerdes… 

Solo era el mismo guion en otra cara.

Aléjate.


Observa.

He observado muchas veces frente al espejo mi persona buscando algún cambio, me siento la misma niña que se observaba antes de ir a la escuela… bastante ingenua. Mi alma es reluciente, como si los enfrentamientos de la vida me volvieran pulcra la mente en algunos aspectos, pero ¿A quién engaño? dentro de mí hay algo que me lleva a la protervia, no lo puedo evitar. Será el camino que debo recorrer, eso llamado destino. Romperme y volver a construirme por dentro aunque por fuera siga siendo la misma niña sin arrugas, algo parecido al castigo del infierno, algo reiterativo y absurdo. No entiendo la razón de tales destinos, solo sé que nuestra existencia es un espectáculo que evoluciona según la necesidad de la audiencia. 

La razón de mi descontento… es eso que nos afecta el cerebro causando el mismo efecto que las drogas, una adicción benigna que existe dentro de nosotros, el sinónimo de la fuerza superior, efecto con una duración larga que deja el corazón vacío y con fuertes traumas. Varía el nivel de malicia en cada quién y es lamentable, es inevitable no cruzarse con alguien lastimado. 

¿Qué sucederá con mi valor según el estereotipo social? Es la perfidia del mundo, lo que evita la expresión más pura de la humanidad. Entonces, prefiero la autofilia que acomplejarme por no agradar a cierta persona por no cumplir con sus expectativas influenciadas por estereotipos superficiales. 

Algo briosa… Son una de las ideas que se cruzan mientras trato de olvidar las expresiones cándidas de aquella vieja versión mía que tuve que enterrar en el campo de los intentos fallidos. Trato ahora de sentir porque la mayoría de cosas me resultan predecibles y para nada sorpresivas. Siento que soy parte de un libro que he leído muchas veces. 

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