Su nombre adjetivado define su origen latino, gran azul en medio de la tierra. De natural serenidad, se desangra sólo por dos finas venas. Mar interno que baña tres continentes y que, generoso, acoge a otros menores, riqueza de una cultura autóctona, puente entre horizontes cercanos. Nada en sus aguas una gran salinidad, es templada su temperatura, visión evocadora en tiempo y experiencia. No es amante de grandes corrientes, sus olas se mueven en un leve baile mutable, es su luz peculiar, símbolo en el devenir de sus presentes. Se abate sólo arremolinado mientras riega las sombras retorcidas de pinares.
Es el Mediterráneo fuerza, alma, fortuna y regalo. Su mística y mitología son infinitas, lugar de ventura y aventura, mundo de poesía, mezcla de idiomas, músicas y aromas que aúnan civilizaciones. Abraza a sus gentes con su bochorno, bulle el sonido de agua encajonada, grita en rumor cuando se hace espuma sobre los abruptos peñascos calcáreos, hábitat de alegres bandos de gaviotas.
Sobre su oleaje tranquilo brilla un resplandor de lentejuelas sobre el que devotos vuelan los delfines. Camino de idas y venidas, es mar antiguo, hogar de veranos y respiro cuando su solana ya no quema. Es su ley natural ociosa. Arroja desde sus abismos sus suculencias para beneplácito de sus hijos. Su lisa planicie es propicia para navegantes, galante de regocijo desde el fondo hasta la playa, paraíso de sosiego y de henchida calma.
Son erráticos los envites del viento, como tímido titubeo que evita ofender al silencio. Muda de aroma brisas y terrenos, nutre cansancios, ofrenda su corazón fraterno con sabor a sal remota. Delirio absoluto que alcanza los astros, porfía de sentimientos que confieren sentido sin límite a una identidad. Dieta genuina, estilo de vida, placer de gustar y degustar. Es arte e inspiración, es cielo azul y noche estrellada, un influjo absoluto que impregna del todo a sus gentes.

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