A Camila Andrea, por el día de su cumpleaños.
I
Cuando caminaba de noche
no contuve
ese sentimiento de querer volver
a soñar contigo;
que es cierto que te pienso muy seguido
entre humos de cigarro y tardes de lluvia.
Sin consuelo te busqué en el sur,
pero ya no estabas;
cuando quise volver a mirarte, me eludiste.
Tu figura llena de proselitismos
que me quieren volver en contra,
busca también enredarme
para respirar perfume.
Aquella noche de alucinaciones,
inicuamente miraba al cielo para pedirle
un respiro y volver a dormir,
sin angustia, tranquilo.
II
Solías decir que el mundo rueda,
que los amores pasan, pero es necesario
decirte que tengo que discrepar al respecto.
¿He roto las reglas?
No he firmado nada que me impida quererte,
pero el corazón no acierta en el blanco
y se va como cohete;
se consume y extingue su
luz nocturna en el cielo
y muere solo, con la humedad de las nubes.
III
Sin alegría canté,
un poco ebrio al principio,
ahogado al llegar la madrugada.
No hay engaño para querer
ponerte triste, pero a veces
siento que tu mente vuela lejos,
se va a una galaxia lejana a donde
yo no puedo ir,
y por más que quiera, viajas a la
velocidad de la luz,
yo no tengo para costear tanto.
¡Bien! brindemos,
en la lejanía.
Brinda cuando llegues a casa y el día cansado
ya no signifique tanto,
y no vuelque tu cabeza,
mientras yo, corriendo
entre la maleza del monte,
viendo el atardecer,
soñando despierto, descorcho
un vino,
levanto, la copa, digo tu nombre
y con una lágrima lo glorifico.
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