Todo tiempo pasado fue peor

Cuando entramos al piso todo nos pareció normal. Mi mujer se fijó en las cosas prácticas como el espacio de la cocina, las puertas del balcón y el estado de los rodapiés, el parqué, las puertas y las ventanas. Miró dentro de los armarios empotrados y dijo que todo estaba en orden, pero que le seguía pareciendo caro el piso. El dueño que ya nos había citado por segunda vez y nos había rebajado un diez porciento se comenzó a apretar la nariz. Tenía el aspecto de usurero y se notaba que era imparcial cuando las cosas estaban relacionadas con el dinero. “Ya les he bajado bastante el precio, si no les convence, busquen en otro lado. Seguro que no encontrarán nada igual”.

Alicia me llamó y me habló muy quedo. Me dijo que tenía un mal presentimiento, que por nada del mundo compraría esa vivienda que la hacía sentirse nerviosa. Traté de convencerla, pero no dio su brazo a torcer. Le dije al señor Mariano que siempre no queríamos su piso. Él se puso mas pálido de lo que era y después un leve color rosa lo ilumino. Me di cuenta de que esa pigmentación había sido producida por una ola de furia. Hablé con él a solas y me dijo que, si le daba el sesenta porciento de lo acordado, podríamos cerrar el trato. Me alegré mucho y eso fue lo que no me permitió ver mi gran error. Le dije a Alicia que ya estaba acordado. Se enfadó al principio, pero, cuando le hice ver el gran ahorro que habíamos hecho, se quedó pensativa, pero era más por la posibilidad de revender que por la transacción que habíamos hecho.

Volvimos muy tranquilos a la casa y dos días después firmamos el contrato de compra venta. Recibimos las escrituras y cerramos el trato con una copita de coñac. Hicimos la mudanza y nos llevamos todas nuestras pertenencias. Ya estábamos hartos de pagar alquiler y no poder relajarnos por las premuras de cada mes. Las primeras noches estábamos muy contentos. Se nos olvidó muy rápido esa mala sensación de la que había hablado Alicia, incluso comenzamos a hacer los planes para tener un hijo. Fuimos por pintura y muebles nuevos. Estábamos tan entretenidos con el arreglo que no nos dimos cuenta de que los vecinos nos evitaban. “Ya habrá tiempo de convivir con ellos, Alicia, seguro que no están acostumbrados a recibir a los nuevos con fuegos artificiales y grandes fiestas”. No les pongas atención.

Lo malo fue que pasaron dos meses y ni siquiera la portera nos había hablado más de lo elemental. Le pregunté si le habían contado algo malo de nosotros o si había alguna razón para hacernos la ley del hielo, pero calló como una partisana. Empecé a ir al trabajo y me sorprendió mucho que mis compañeros y mis amigos mas cercanos se negaran a ir al estreno del piso. “Oye, José, no me puedes hacer esto, caray. Cómo que no vas a ir con Rita a mi casa el domingo. Yo a ti, nunca te he fallado”. Pues, lo siento de verdad, pero no puedo ni el domingo ni otro día.

Alicia también tuvo que apoquinar. Sus amigas también se habían negado. Lo malo fue que nuestros familiares ni siquiera contestaron cuando les llamamos por teléfono. Decidí investigar lo que estaba ocurriendo. Fui al quiosco de periódicos y le hice conversación al encargado. Era un viejo simpático que se sabía los titulares más importantes de todos los periódicos. Puse a prueba sus conocimientos y le pregunté por la separación del grupo de los Beatles, por el asesinato de Kennedy, por la muerte de Marilyn, por la guerra de Vietnam, por los conflictos de Palestina e Israel. Se lo sabía todo. Era una enciclopedia que contenía los almanaques de cada año en su cabeza. Fue cuando comencé a hacerle preguntas sobre lo acontecido en el barrio.

“Aquí, mi querido amigo, ha pasado de todo. De lo bueno le puedo decir que Placido Domingo vivió en un edificio de aquí. También varios artistas de cine, lo malo fue que desde que sucedió la tragedia de los Gómara, la gente prefirió irse. Dicen que se quedó en el aire algo maldito de esa familia. Fíjese que el padre se volvió loco y descuartizó a su mujer. Fue aquí mismo en el quinto piso de ese edificio que ve enfrente. Me dijeron que lo acaban de vender. No me imagino quién habrá sido el loco que adquirió esa vivienda. La verdad es que nadie se iría a vivir allí ni loco. Es más, mire aquí. Guardo este periódico de hace cinco años en el que está la noticia.

Cogí el ejemplar y comencé a leerlo con una terrible sensación en el estómago. Era la misma dirección y estaba la foto del asesino. No quise terminar de leer la noticia y le di las gracias al viejo. Me encaminé hasta el edificio y subí por las escaleras. Cuando abrí la puerta vi a Alicia bañada en lágrimas. Tenía una hora llorando. Me miró con ojos de puñal y lo único que se me ocurrió fue preguntarle era si ya lo sabía. Ella se tapó la cara y me quedé frente a ella sin atreverme a tocarla.

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