Me encontraba transitando un sendero lúgubre en una singular caminata matutina. Rondaban las 6 de la mañana de un grato comienzo otoñal y la niebla espesa inundaba todo a la vista, engullendo estructuras y árboles. El recorrido, a pesar de ser tétrico desde un punto de vista exterior me proporcionaba especial placer pues este ambiente me estaba resultando agradable y también propicio a mi reflexión que, como siempre, se tornaba cada vez más profunda. Lo único que alcanzaba a vislumbrar en la neblina era el frente del camino y un patrón ordenado de monolitos de piedra que eran o simulaban ser naturales debido a su forma rocosa y poco definida, eran algo más altos que yo y su marcha se veía interrumpida constantemente por altos arboles cuyas copas se perdían en la neblina. En tal situación me encontraba, absorto en pensamiento cuando de repente llegó a mi consciencia el detalle no menor que había pasado por alto contra todo pronóstico, ¿Cómo había llegado allí? Pregunta que, al hacerme, no encontré obvia respuesta. Se sentía como una de esas largas jornadas de reflexión (a veces acompañadas de actividades monótonas lo cual las motiva) en la que uno salta de tema en tema sin orden aparente ni objetivo definido en la más variada clasificación de tópicos y, que cuando cae en cuenta del tiempo que ha estado invirtiendo en la tarea, no reconoce hilo palpable que lo hubiese llevado a la reflexión actual y trata, fútilmente de volver sobre sus pasos para crear un mapa. Como sumergido en mis pensamientos me encontraba yo tal umbrío terreno. Ofuscado, quise volver sobre mis pasos, pero al intentarlo advertí que no era capaz de distinguir el camino. Desde entonces me limité a vagar y darme a la cavilación con motivo de comprender mi situación, lo que más anhelo es una mera conclusión o desenlace satisfactorio, pero toda esta implicación me lleva a mi segunda pregunta antes que a nada más, ¿va a ser suficiente esta iluminación de la consciencia para resolver mi situación aún que así se sienta? ¿o solo será precursora de más cavilación?

Etiquetas: relato corto

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