Tú quitaste mi miedo

Tú quitaste mi miedo

Kristel

19/07/2021

Estando en casa mirando llover, escuchaba como reías desde la otra habitación, te busqué entre las gotitas que caían en mis piernas y no podía comprender cuánto te amaba. Las luces se apagaron y el temor me recorría cada punta de los pies.

Corriste para buscarme, sabías que la oscuridad solo me traía llanto, mis ojos ya no veían, y la linterna la había perdido meses atrás. Escuchaba tus pasos por cada recámara y te grité con presurosa voz: Por favor ven por mí, estoy fuera.

Me encontraste sentada en el suelo, llorando y sin poder de nada, que absurdo temor el mío, lo sé.

Me cargaron tus intensos brazos, ya estábamos empapados pero eso no te importó. Yo con fuerza me sujetaba a tu cuello, mis manos no querían soltar y pedía perdón por lo ridículo de mi temor.

Tampoco podías ver nada, pero estabas como protegiéndome del viento, no despegabas tus manos de mi cuerpo, me hacías saber que ahí estabas. Hiciste un amor, el amor conmigo, con una de sus extensas variedades, tomaste del closet que ambos construimos, un poco de ropa y la colocaste sobre el sillón, y la luz no regresaba, maldito y ridículo temor.

Besaste mi nariz húmeda, soltaste un suspiro acogedor, me quitaste la blusa y yo desconcertada, comenzaste a secar cada rincón. Me cubriste con lo que tus manos en esa oscuridad encontraron, y tú sin nada, eso me confundió, el frío se intensificaba por las lluvias y nosotros sin un edredón.

Recién comenzábamos nuestra vida juntos, tan pequeños pero valientes.

Me recostaste en la mitad de la cama, y solo te sentía avanzar, me abrazaste por las espalda, tus piernas me acercaban contra ti, ¿Han oído del calor de un cuerpo? ¡Es real!

Ambos nos dormimos, y al amanecer acatarrada tu voz estaba, pero yo, sin miedo, ya sabía que hacer. 

La luz volvió, el sol nos calentaba, tan veloz como tiempo, me desvestí, calentando nuestros cuerpos un poco más, y lo hicimos. También volvimos a dormir.

Llegué con un café negro, como te gustaban. Como me enseñaste a tomarlos. Solo me recosté en tus piernas esperando lo mejor. Con una mano sostenías la tacita, con otra mano me acariciaste la mejilla, y fuimos felices.

Y ahí supe que si te ibas ya no podría superarte, y aunque lo intento no puedo dejar de pensar. Porque fuiste al único que le hice una promesa. Porque fuiste quien me enseñó a tomar café.

Y ahora cada que estoy triste, me tomo uno a tu memoria, gracias por salvarme del miedo ayer.

-Kristel.

-Fluye como río, como mis ríos.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS