La clase de natación

La clase de natación

Timur Galasov

07/07/2021


Tienes que hacer deporte, me dijo el médico, lo que tienes es ansiedad.

Y nada de café por una temporada. Apúntante a natación, con tu altura te

vendrá bien para tu espalda. Natación. No soy buen nadador, mas que nada

porque nunca he aprendido. Me mantengo a flote y muevo los brazos, hago

dos largos y ya si eso me quedo flotando un rato, como un león marino.

Así que voy al polideportivo y entro en la sala. Me doy cuenta que la

piscina es la misma a la íbamos en el colegio de vez en cuando, y me

trae recuerdos incómodos. En aquellos tiempos había que pagar una cuota

por la clase que no me podía permitir. Como no podían dejarme en el

colegio ni en casa en horario escolar, me llevaban con ellos y me

quedaba sentado en un rincón mirando a los otros tirarse de cabeza,

haciendo cola como en un supermercado. Algunos nadaban como auténticos

atletas, y eso me hacía sentir cierta desazón. Me sacudo esos

pensamientos y llega el monitor, que me indica un grupo de abuelas que

están chapoteando en una piscina para niños. Me he apuntado al nivel

básico, pero no me esperaba que fuera nivel geriátrico. Empezamos con

unos ejercicios de estiramiento. Movemos el cuello de un lado a otro,

tratamos de tocarnos los pies con las manos, las señoras lo logran, yo

no. Luego subimos poco a poco, ‘tenéis que sentir cada vértebra’, nos

dice el monitor, y al fin nos ponemos a ello. Nos lleva a la piscina

grande y empezamos a respirar y a nadar a braza, a croll e incluso de

espaldas. Buceamos un poco, en fila, unos detrás de otros, ya que solo

podemos ocupar dos carriles, y con mis flamantes gafas nuevas disfruto

con la visión de culos arrugados y piernas llenas de varices. Cuando

terminamos vamos a la piscina para niños otra vez, y hacemos mas

ejercicios de estiramiento. El monitor pone una música que es un new age

electrónico con la finalidad de relajarnos. En mi caso no lo consigue,

mi cruel oído elitista filtra y discrimina y me digo que tengo que

aprender a escuchar de todo, pero no hay manera. Finaliza la clase y

hablo con el monitor. Le pregunto si hay algún otro grupo, él me dice

que va a ver, y la semana siguiente me dice muy contento que ha podido

cambiarme. Me indica un corro de señores mayores encorvados, uno tose

tratando de echar el hígado, otro no consigue cerrar la boca, por la que

cae un hilillo de baba y los otros dos se miran fijamente como dos

viejas tortugas de mar, sin pestañear. Pienso que si existe la

reencarnación, en mis anteriores vidas he tenido que hacer algo

terrible, o haber sido un monje, uno de clausura, muy muy viejo.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS