«Vomitando encima de la mesa» RelatosincorteParte2

«Vomitando encima de la mesa» RelatosincorteParte2

MALO CHINARRO

31/05/2021

-Porque no sé si es que estoy loco y todo está normal. Excepto Yo, que no lo noto.- (CANSERBERO)

Joder, qué cansado estoy. Debo sentarme en algún banco, respirar y descansar un rato. Hace años que no estoy en esta misma ciudad. Camino por sus calles y me siento igual de extraño que cuando era joven. Hoy he estado en Paseo pamplona y en una de sus terrazas había un joven que me recordaba a un amigo, del pasado, pero era un amigo. Tengo 78 años y tomo 8 pastillas al día: 4 para la cabeza y 4 para que me alarguen la vida. No está mal, pero sigo pensando que pude haber hecho las cosas mejor. Estamos en primavera y por sus parques el aroma es distinto al invierno de la última vez que vine hace 28 años cuando murió mi madre, desde entonces no he vuelto a pisarla. Trabajo, trabajo y por qué no, disfrutar de mi vida. Con ella se fueron los recuerdos: la separación, el apretón de cinturón debido a lo primero, conocernos mejor madre e hijo y vivir felizmente en una casa pequeña comparada con la anterior donde no solo se respiraba tensión y ansiedad, también había poco amor; poco amor al propio amor; tal vez un mal padre que tras años de ausencia (el juicio duró 5 años y medio) intentó remediarlo como podía, pero ya había hecho todo el daño.

Hoy queda vivo mi hermano y mis tres sobrinos. Hemos quedado a comer. Pero no me apetece nada. Cuando cumplió 21 años el menor, los llevé a los tres de viaje a Alemania. Qué recuerdos Alemania, sin duda cambiaron mi vida. Años posteriores duros pero lo vivido allí se lo desearía a cualquier joven con anhelos de libertad, con ganas de comerse el mundo, con ganas de escapar, con ganas de sufrir y por qué no: con ganas de evolucionar sin mirar el atrás, pero ¡ojo! tampoco el futuro, solamente vivir el día a día. Una de las historias que les conté la voy a relatar hoy: fue mi paso por el colegio Santa Teresa de Adán, llevado por una familia muy respetable en la ciudad. Pasé allí 4 años, venía de un colegio público, mi último año allí cursaba 4º de primaria, a mitad me tuvieron que cambiar porque el profesor era un gilipollas; tuvo muchos problemas con alumnos años después, y años más tarde me di cuenta del porqué: me lo encontré en un centro deportivo y estaba totalmente sedado, habrían pasado desde eso unos 10 años. Para mis adentros me dije que se joda, para afuera pasé olímpicamente de tener algún tipo de charla. Hoy lo analizo y no sé si me salvó o sólo condenó lo que ya estaba condenado. Tengo mis dudas a día de hoy.

-Así que en esta ciudad tío acabaste después de quedarte dormido en el bus camino a Berlín. -Decía el más mayor mientras se tomaba la cerveza.

-Pues sí, aquí acabé, estamos por la zona antigua, y no habéis visto lo bonito de la plaza. Os quedarías impresionados.- respondí

– y a tú pareja no lo has traído al viaje, podrías haberlo incluido en el pack. – hablaba la mediana.

-Tú siempre con tu filo, te pareces a tu madre. Vamos a sentarnos en la plaza, quiero daros un relato que escribí hace mucho, ahora que sois mayores lo podéis leer. No sé por qué os lo doy, quizá para que podáis aprender algo.- Dije con tono serio.

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Año 19—Parte 1.

En 4º de primaria con motivo de los problemas con el tutor me derivaron a un grupo de psicólogos que me hicieron unas pruebas

Llegué al nuevo colegio en mediados de 4º de primaria porque lo recomendó la psicóloga ya que era pequeño y sólo había una clase por curso. A parte estaban ellos trabajando con diferentes niños. Las pruebas salieron satisfactorias, para mis padres que podrían fardar de hijo y para los psicólogos que tenían un nuevo experimento. Las conclusiones son básicamente que se me daban muy bien las matemáticas y todo aquello que me gustase. A parte de la tontería del coeficiente de inteligencia muy alto. Tonterías… En el colegio, me encontré con un grupo como ya he dicho pequeño y amigable. Todos muy vivos, todos muy despiertos. A la profesora de Inglés la puteaban mucho y yo rápidamente que venía de un colegio de dos clases por curso donde no se movía nadie fue una liberación. Me sumé rápidamente a la causa. Había otros profesores que imponían su carácter y allí no se movía nadie. El año lo aprobé sin más y pasé de curso sin mayores problemas. En casa había los problemas de siempre. Las gilipolleces de siempre. Los abusos de siempre: gritos, faltas de respeto, a veces violencia verbal a veces violencia física hacia mis hermanos. Vamos una macedonia de todo psicópata.

En el colegio de vez en cuando me llamaban los psicólogos para seguir la evolución y cuando me quedaba al comedor seguía unas clases que básicamente era explicar matemáticas a algunos mayores repetidores.

Fue la primera vez que vi un niño Down en clase, en mi clase, 4º de primaria. Era el mayor máquina de la historia. Siempre con la mano en la polla y se sabía de memoria toda la alineación del Real Zaragoza de memoria. Le hacíamos los deberes en clase mientras la profesora de Inglés hacía lo que podía con nosotros. Con este chico fue así durante 4º, 5º, y 6º de primaria. No hablaré más de él. Sólo decir que es el mejor recuerdo que me llevé del colegio.

Año 19—Parte 2

Estaba en quinto de primaria y había un repetidor que ya estaba con nosotros en 4º que un día en el comedor nos enseñó a hacernos pajas a otro y a mí. Desde entonces, cada vez que me aburría en clase, me hacía una paja, se me quedaba mirando de vez en cuando alguno de la clase pero a mí me entraba entre vergüenza y para que nos vamos a engañar, me daba igual. Me sentaba el último de la clase.

Ese año se sumó una chica con bastante retraso, se hurgaba el dedo en la nariz para hacerse sangre. A mí me daba asco y tampoco le hice mucho caso. El Down seguía siendo el héroe. Mientras tanto había uno que siempre le contaba su vida a la profesora. Muy buena gente pero muy pesado. Pero también nos venía bien porque así las clases empezaban tarde y duraban menos: El pelota. Nadie sabía lo bien que nos hacía.

Ese año me cayeron matemáticas y lengua. Me acuerdo que en casa además mis hermanos tampoco habían hecho los deberes y no fue un buen año. Mi padre informático y supuestamente amante de la tecnología, no era capaz de regalarnos una consola ni años anteriores ni posteriores. Sólo un cruel con sus hijos podía hacer eso. Me pasaba todo el día en el cuarto andando de un lado para otro de la habitación pensando en la clase, soñando y haciéndome pajas, también leía libros de esos que te reglan de pequeño que te los terminas en 20 min o en una tarde: mis favoritos eran los de elegir tu propia aventura, ni sé las veces que los repetía. Qué soñaba, pues en chicas. No sé a día de hoy porque no soñaba con chicos. Un poco terco o se me había pegado algo de la disminuida. Ese año se lanzó titanic, y había otro repetidor con aires de afeminado que no paraba de cantarla. En verdad le daba salsa a la clase. Se levantaba en medio de clase y se ponía a cantar titanic o los back Street boys o las Spice girls y además daba la patada al aire. Yo me enteraba de todos esos movimientos “culturales” por la clase. No veía televisión y la verdad que metido en mi mundo estaba mejor. Luego estaba el empollón que lo hacía todo perfecto y los colegios, por lo menos antes, premiaban al que mejor notas sacaba. Hasta los relatos los hacía él mejor que nadie. La verdad que nunca lo entenderé. Recuerdo que la mente ya me iba a 1000 km/s.

Año 19—Parte 3.

Ese año fue un buen año más o menos, con ganas de terminar la primaria se nos unió esta vez un sordomudo que tenía un implante en la cabeza con el que podía escuchar. A veces gritaba en medio clase: unas veces para putear y otras porque de verdad le dolía mucho la cabeza con el implante. El afeminado no paraba de decir que tenía la polla más grande que había visto. Mientras tanto seguía con sus shows en medio de clase. Hacíamos los deberes al Down y empezamos a hacer salidas al cine y por ahí.

Durante la clase solo tenía ganas como en años anteriores de terminar la clase y llegar antes que mi padre aunque sea 1h para ponerme con el ordenador a jugar. Me descargaba algún juego, jugaba 1h y al día siguiente ya estaba borrado. Había una chica en clase a la que le tocábamos algunos el culo. Éramos unos gilipollas. Yo no sé por qué lo hacía. Tal vez para estar integrado. Nadie dijo que esto tuviera final feliz. Empecé a frecuentar la casa de uno y allí nos hacíamos pajas con las revistas de su padre y calendarios que chupando el año se volvía invisible el coño de la muchacha que estaba impreso en él. Luego, vinieron las primeras chupadas y yo me sentía a gusto. El primer sexo. Había follones con los grandes porque les ganábamos en los partidos. El empollón se sabía defender, el afeminado siempre estaba con su patada de spice girl y había otros que los dejaban en paz. Básicamente lo pagaban con dos o tres como mucho. Yo entre ellos. Me acuerdo que me castigaban en clase y me llevaban a la de primero de la ESO. Lo que más me gustaba era cuando tocaba clase de matemáticas.

EL grupo de psicólogos se esfumó de la noche a la mañana y me llevaron para una reunión con ellos. Me dijeron si estaba a gusto en el colegio y si me quería quedar que ellos se iban básicamente. Yo, entre el sexo y el esperpento, las hostias eran lo de menos, estaba a gusto se podría decir. No sabía lo que me esperaba al próximo año. Así que les dije que estaba a gusto. Demasiada responsabilidad para un niño decidir su futuro. Ya ese año a principios les dije que no quería volver a las clases de repaso. Prefería quedarme con los compañeros en los recreos o en el mediodía. Ese año pasé limpio, fue un año tranquilo. Básicamente al repetidor que estaba en 4º de primaria le daba la tabarra con su hermana. Era preciosa, los mayores decían que no tenía tetas pero a mí no me importaba. Entre el sexo con dos compañeros y la ninfa me sobrepuse como pude. Música se me daba fatal, como el culo. Por lo demás lo típico de todos los niños me imagino, escuchar en clase y entregar los trabajos que hacía por la mañana.

Año 19—Parte 4.

Muy doloroso para mí, la mente ya me iba a 20000 km/s. Hostias en el colegio de los mayores, hostias en el deporte después del colegio, en este último caso me acuerdo que me decían los padres de aquellos chicos que cómo podía ser como era teniendo el gran padre que tenía; toda una incoherencia para un chico: me fumé mi primer pitillo, me fumé primer porro y alguna que otra cosa. Rezaba todos los días porque al afeminado de clase le pasase algo. Ya que habíamos tenido sexo en los baños y nos pilló un mayor saliendo del mismo baño, y por quedarme callado, todo el año de hostias. Y el afeminado y su patada de spice girl que ya no me hacía tanta gracia un día le dio algo a la cabeza. Yo pensé que si no era Dios me daba igual quien fuese me había escuchado. Básicamente escribo esto porque me sentía como expuesto cuando decía de ir al baño delante de las chicas de clase. Yo no quería pero una o dos veces cedí para que se callase. Pero bueno, las hostias ya llovían por todos los lados. Así que poco más que contar. Ese año me expulsaron del colegio por mal comportamiento durante una semana. Luego me invitaron a marcharme de colegio. Lo mejor que me podían haber hecho la verdad. Ya no podía parar. Y al año siguiente acabé en el colegio de “gilipollas y pijas”. Otro desastre al curriculum.

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-joder tío!, vaya 3 años y medio más intensos. Por qué escribiste esto?- me dijo el menor de los sobrinos. El que primero lo había leído.

– Me pidió que lo escribiese el psiquiatra que años después me llevaba. Un día normal en tu vida en ese colegio. Yo lo hice a mi manera, un año normal en el colegio. Bueno, vámonos de bares. Sabéis que en esta ciudad cuando en casi ningún sitio de Alemania se podía fumar en los bares aquí se podía. En esta ciudad conocí a una preciosidad que si no llega a ser por mis rodillas me hubiese quedado en Alemania. No sé, la cabrona se creía que el dinero que había en su cuarto era suya. Y yo dejaba dos o un euro y medio alguna vez, durante los cuatro días que estuve encima de la mesa o algo así. Siempre me desaparecía. Imaginaros si llego a quedarme. Joder, la que me hubiese liado la muy cabrona. Me imagino que se le olvidaría y creería que era suya o tal vez lo hacía a conciencia. Sea lo que sea, el dinerico bien guardado. Volvamos al hotel que esta noche salimos. Vamos a ver que se cuece.

FIN

– Y recuerdos me caen como lluvia de invierno, cuando leo mis primeras canciones en mis cuadernos. – (CANSERBERO)

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