Zarza dulce, grano de café silvestre
moras desde muy pequeña conmigo
Dentro del vientre inmaduro, los torpes labios te intuyeron
deseando salir a caminar, saltar
dar volteretas, subir a las sillas
las mesas, las camas
Creciste firme, guateada entre ramas como brazos de estrellas
Trepas decidida hasta las ventanas
abiertas de par en par, te derramas en suspiros encarnados
farolillos púrpuras
empujones traviesos al río finito
Cuando llega la noche, te cuelgas en el aire tenue,
cierras los ojos fatigados de los cabellos
enredas en mis piernas zarcillos alegres
medio dormida me observas despierta
Abrimos muy juntas la puerta del dormitorio
Debajo de las sábanas, mientras siento al sueño
tú le desnudas violáceo
Cuando llega el amanecer me levantas
impaciente, tiras de mis manos legañosas
para ver el rocío bañándose en las flores
Pasamos las horas del día llamándonos
en el cuarto de lo obligado y de lo necesario
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