Los oigo, siempre los oigo, los estoy oyendo ahora mismo y lo hago sin buscarlo y sin quererlo, y, a pesar de ello, pareciese que lo hago furtivamente cuando, en realidad, pues es así cómo sucede, se me fuerza a ello; al resollar los oigo tal que exhalasen en mi cara, después, tal que se atoran. Es una conmoción y un espasmo propio de quien interrumpe su sueño súbitamente y que también, y esto es por compromiso con el deber, interrumpe el mío.

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