LA CHICA QUE MIRABA EL RIO.

  Mel miraba el rio. Tal vez pienses en una chica soñadora inmersa en pensamientos bucólicos, pues no, lamento defraudarte, estaba llena de ansiedad. Esperaba su «camello».

  También quiero contarte que estaba enganchada al «caballo», y ya hacía mucho tiempo que se había olvidado lo que era «montar al dragón».

  No tenía dinero, y aunque tenía un trabajo en una empresa química, su puesto era de baja calificación, llevaba recados, y mantenía andando la máquina automática del café, era la que tenía la llave, y eso al traficante le importaba más que el dinero. Raro¿no?

  No. No era un diler cualquiera, tenía objetivos posteriores, y la heroina era solo un medio para que una adicta colaborara a cambio de la dosis.

  

  Esa mañana, no diferente a tantas otras, en el laboratorio de desarrollo militar de armas químicas, el ingeniero a cargo del proyecto MTX pidió una taza de café, cuando su secretaria lo fue a buscar, vió al mecánico haciéndole el mantenimiento semanal. Esperó y le llevó el café a su jefe…Media hora más tarde el ingeniero entraba a la reunión con el director del proyecto, con los ojos muy abiertos y mirando a la ventana, dijo:

  –El cielo…Azul…

  Y se tiró.

  El servicio secreto no tardó en descubrir que la única empleada que tenía la llave de la máquina era Mel, y que fue ella la que se la facilitó al técnico. Era raro, porque el que hacía el mantenimiento tenía su propia llave, solo que esta vez no era el mismo, y ni siquiera coincidía el día del mes en que este personal asistía. Llamaron al servicio de la máquina, y confirmaron la sospecha. Un trabajo interno.

  Los agentes se presentaron de inmediato en la casa de Mel, pero no la encontraron, había ido a la casa del traficante enfurecida por lo que había pasado, que era bien distinto de lo que su nuevo proveedor le había dicho que pasaría.

  El «camello» no era otra cosa que un saboteador, que había encontrado la puerta de entrada al laboratorio militar, mediante una adicta con recursos insuficientes para costearse las dosis. ¿Te preguntarás como fue que conoció a Mel? Simple, se la presentó su viejo traficante a cambio de dinero, el cual ya estaba cansado de la demora en el pago de las dosis.

  Mel volvió a su casa, pero no regresó sola, estaba con el «mono», y se veía inquieta.

  En tanto, el saboteador, del que no sé su nombre, se comunicó con el antiguo diler de Mel, y le dijo que vaya a su casa y le dé una dosis con un buen porcentaje de fentanilo, para que ya no regresara, que ese fuera su último viaje. Jim, que asi se llamaba, se negó, pero el saboteador era peligroso, y su resistencia cedió a poco de hablar.

  Jim fue a la casa de Mel. Llamó a la puerta, y dijo:

  –Soy Papa Noel.

  –No tengo dinero…–Dijo Mel

  –¿Acaso Papa Noel ha cobrado alguna vez un regalo?

  –No sabes como te lo agradezco…

  –Solo relájate y disfrútalo–Dijo Jimy al tiempo que se iba.

  Los agentes volvieron a la casa de Mel, y esta vez entraron con una ganzúa. La encontraron muy colocada, testearon el papel metálico, y llamaron una ambulancia.

  A los pocos días de estar internada, Mel ya podía hablar. La visitaron los agentes, y le pidieron el nombre de su traficante, a cambio de quitarle los cargos, podían hacerlo, podían pasar de la justicia, porque estaban al servicio de Su Majestad. Mel aceptó.

  En un teatro de revistas estaba Jim con un ramo de flores esperando a una bailarina, los agentes lo estaban vigilando, no se si hace falta decir que estaban de paisano, dado que ya no usaban uniforme desde hace mucho. 

  Jim le dió el ramo a la bailarina, y esta a su vez le pagó. Raro¿No?.

  Los agentes lo abordaron:

  –No pueden arrestarme, no pueden hacerme cargos, conozco la ley–Dijo Jym.

  –No la necesitamos, no somo polis–Contestó uno de los agentes mientras lo tomaba del brazo y se lo llevaba a una de las salas de interrogatorio.

  –Los conozco–Dijo Jym. –Son profesionales…sobre todo Usted–Dijo dirigiéndose a un hombre mayor que lo observaba.

  –Miren!!!–Dijo quitándose el peluquín, y dejando al descubierto una enorme cicatriz que le cubría toda la cabeza.

  –Ven!!!, me arrancaron todo el cuero cabelludo…No lograrán nada!!!…Porque piensan que van a tener éxito donde otros fracasaron.

  Los tres hombres salieron de la sala dejándolo solo.

  –¿Viste lo que yo vi?

  –Si…Nos tiene metidos en un barril…

  El jefe de los agentes dijo:

  –¿Conocen algún vendedor que consuma?–Volvamos adentro…preguntaré yo.

  Jym los miraba desafiante cunando volvieron a entrar.

  –Quiero contarle una pequeña historia de guerra, de Corea, mas precisamente…Habíamos capturado un grupo de prisioneros, y sabíamos que delante nuestro el campo estaba minado, asi que les preguntamos donde estaban las antipersonales. No querían decirlo. Les dijimos que los haríamos marchar delante…Pero no creyeron que lo haríamos…Pero lo hicimos, y al marchar PUM voló el primer hombre…Es muy impresionante…El cuerpo se despadaza totalmente, y el soldado suele no morir inmediatamente. Seguimos…Y PUM, voló el segundo hombre…Nos dijeron lo que queríamos saber…¿Sabe Jym?, tenemos drogas muy adictivas aquí, y lo podemos retener hasta que esa sustancia se le haga imprescindible, como lo es para sus clientes…¡Arremánguele la camisa!

  –¡Noo!–Les daré el nombre.

  Los agentes no tardaron en encontrar el escondite en el bosque que estaba cerca del lago, y cuando se acercaban para detenerlo, lo vieron parapetado detrás de un tronco con una carabina comenzando a disparar.

  Les llamó mucho la atención que a tan corta distancia no le hubiera acertado, los agentes dispararon, y no pudieron evitar matarlo, a pesar de que lo querían vivo.

  Esa pequeña localidad, tenía un canal local de escaso interés, pero esa mañana, al sintonizarlo, el locutor informaba que una oruga gigante se estaba comiendo la antena de transmisión, y al fondo se veía una feroz pelea de dos cameraman, lo que sumió al pequeño estudio en un caos total.

  Si llegaste hasta acá te preguntarás que pasó. Simple, el saboteador no le acertó a los agentes, porque no le apuntaba a ellos. En la mira tenía un blanco que al dispararle accionaba un mecanismo de retardo, que su vez, abría una compuerta instalada en el tambor flotador náutico que liberaba la sustancia que había probado en pequeña escala en la máquina de café.

  Todo se había descontrolado en la pequeña comarca, y algunas ventanas de lo pisos más altos se comenzaban a abrir. Por suerte las nubes de tormenta ocultaban el cielo azul.

  

  

  

  

  

  

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