Yo
fui viendo,
totales
superficies,
aberrantes
concreciones,
evidentes
conglomerados,
sucesiones
de líquenes,
eremitas
sustituidos por sus
pies
frígidos. Mas, en la luz,
¿quién
observa oscuridad, temor,
o
tiniebla? Yo era, pues, una luz:
temerosa,
espabilada, inconsecuente:
como
el agua, remontaba caricias
intrascendentes.
Pero lo tenebroso
me
esperaba, más arriba del curso,
en
su limpio torbellino sublevado.
Me
recreaba en lo superfluo, en sus
olas
alazanas. Mas, lo oscuro,
ya
lo dije, me esperaba: montado
en
su vértice de despectiva resonancia-.
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