No se esperaba el violento empujón que le estampó contra la pared y que hizo que su gin tonic se estrellara contra el suelo.
Por un momento sintió que su cuerpo se podía convertir en la segunda piel de la pared contra la que le estaba aprisionando el bestia de Christian.
– Tio, …tío, relájate. ¿A qué viene esto.? – consiguió balbucear, separando a duras penas su cara de la pared, al tiempo que aprovechaba para llenar de aire sus pulmones.
– “Si yo estoy relajado” – le contestó Christian con chulería – “Quien está muy preocupado por el pastón que le debes es Marco. Yo solo cumplo órdenes. Venga “pringao”, suelta la pasta ya.”.
– “Estoy pasando una mala racha. Me han despedido del curro y sin pagarme un chavo. Pero no pasa nada, no te preocupes, tengo alternativas en las que ya estoy trabajando.”
-”Verás. Que seas un tipo con opciones le importa una mierda a Marco. Él solo quiere cobrar su deuda y me ha dicho que, o me pagas hoy, o los dos, tú y yo, vamos a tener un problema, y, “pringao” yo no quiero problemas. Tú eres el deudor y tú eres el que vas a pagar. No pienso comerme una mierda por tu culpa.” Le explicó mientras le hincaba la punta de la navaja en la espalda.
– “Espera, espera un momento … de verdad que solo necesito unos pocos días. Te prometo que en un par de días podré pagarle a Marco toda mi deuda.”
– “Podría ser, pero Marco quiere la pasta hoy.”
– “Christian, te lo pido como un gran favor, nos conocemos desde que éramos chavales, seguro que tú podrías convencerle de que solo serán unos pocos días.”
– “¿Y qué saco yo por arriesgarme a cabrear a Marco.?. No tienes nada que ofrecerme a cambio. No tienes dinero, no tienes farlopa y no me gusta tu culo.”

Tras una pausa calculada añadió:-“ Aunque quizás podrías ofrecerme a esa morena delgaducha que algunas veces he visto contigo. Siempre que os he visto me ha parecido que era mucha mula para tan poco carro.” Riéndose de su comentario añadió reflexivo “… Y aunque “la mula y la mujer son malas de conocer”, no hay problema, porque yo no la quiero conocer, solo quiero darle un buen meneo. ¿Qué te parece.? ¿Hacemos trato.?”
– “Si, claro, Espera … podría ser …. déjame pensar … esta noche he quedado con ella, te advierto que es bastante sosa, que no le va el rollo de la noche y que no se mete nada, … pero si te pone, es tuya. Aunque no será fácil que se acerque a ti. No te ofendas, pero notará que eres escoria. Por lo poco que la conozco huirá de ti instintivamente. La verdad es que conseguir presentaros va a ser muy complicado.”
Christian estimuló la voluntad del pringao apretando con saña su gaznate y clavando su rodilla entre sus piernas.
-” Espera, espera. Se me ocurre que esta noche puedo invitarla a cenar al “Dublín Ushuaia”. No lo rechazará. Es el local de moda del momento. Antes de que nos sirvan la cena, habrá tiempo para que se tome varias cervezas y necesitará ir al baño a descargar … ¿Qué te parece? … Allí puedes estar esperándola tú … y tu sombra.”
La rodilla de Christian aflojó fuerza mientras aceptaba y visualizaba la situación: -” Si. Podemos estar esperándola. Si… Podemos tener todo preparado. Ya se sabe: A la mujer y a la mula a palos se han de vencer. Y, lanzando una lasciva carcajada añadió:-“ Y también se sabe que “a la moza y a la mula por la boca le entra la hermosura.” Hecho. Llévame a esa zorra a las 22,30 horas al aseo de señoras que yo la estaré esperando dentro.”
Eran las 21,30 horas cuando tomaban el ascensor con cabina transparente del “Dublín Ushuaia” para alcanzar la décimo sexta planta donde se ubicaba el restaurante. Ella había elegido un ceñido vestido blanco sin mangas, con un gran girasol bordado en la parte inferior que no cubría sus rodillas.
-“No sabes cuánto me apetecía conocer este lugar”, comentó ella, “No debe haber sido fácil conseguir una reserva para cenar aquí y menos en sábado.”
-“Sabes que tengo contactos y quería darte una sorpresa. Se comenta que la cocina aquí es excepcional y sabía que te gustaría venir. Luego, si te apetece, podemos subir a la última planta para tomar una copa tranquilos en esa terraza que dicen que acaricia el cielo.”
El maître les condujo a uno de los reservados situado en la esquina más resguardada de la sala, donde él aprovechó para sentarse de espaldas a la puerta de arco, ofreciéndole a ella, galante, la panorámica del lugar. Se acomodaron mientras un camarero cubría la mesa de aperitivos surtidos y les solicitaba su preferencia en la bebida. No hubo duda. Cerveza bien fría.
El hombre, con la incontinencia verbal que le caracterizaba, le fue relatando con detalle sus últimas peripecias, mientras los camareros iban reponiendo la cerveza que iba desapareciendo de las copas.
-”Necesito ir un momento al baño. ¿Me disculpas un segundo.? – dijo ella.
Sonriendo condescendiente él contestó:-” Por supuesto. Tranquila. Me quedo aquí esperándote.”
El aseo para señoras quedaba al final de un pasillo ciego sin ningún otro acceso o salida.
A ella le llamó la atención que aquel hombre estuviera en zona de féminas. Supuso que su acompañante había bebido en exceso y que estaba allí para ayudarla. Al pasar delante de él notó como su mirada se le quedaba clavada. También pudo percibir su olor a escoria. Y sintió temor.
Al entrar en los aseos se quedó paralizada al ver a otro hombre apoyado en la pared frente a la puerta. Instintivamente se giró para huir, pero apenas le dio tiempo a ver al hombre del pasillo que le propinaba un brutal empujón hacia dentro. Perdió el equilibrio y se golpeó contra uno de los lavabos que, en serie, estaban en la pared frente a las cabinas de los inodoros.
El hombre que la esperaba dentro se abalanzó sobre ella, mientras su cómplice atrancaba la puerta del aseo.

La arrastraron hasta el último cubículo. Allí, uno de ellos la golpeó con saña, reduciendo su cuerpo y su rostro a un triste lamento cubierto de sangre, al tiempo que le arrancaba las bragas y se la ofrecía al colega que ya se estaba bajando los pantalones.
-“Vamos, date prisa.” – Le apremió con una sonrisa que dejaba al aire su dentadura podrida. “El sildenafil de 100 mg que me he tomado está a punto de reventar mi bragueta. Voy a taladrar a esta guarra por cada agujerito de su cuerpo hasta que me quede exprimido como un limón.” Y le preguntó: – “¿Te has tomado tú la que te di? Me han costado una pasta.”
-“Claro que si. Lo verás en cuanto me dejes sitio.” contestó el amigo desabrochándose el cinturón y liberando el botón de los pantalones.
Mientras tanto, escondido de miradas indiscretas en uno de los reservados del restaurante más selecto de la ciudad, un pringao se inclinaba sobre la mesa para esnifar una delgada línea de polvo blanco.

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