Noche en la Ciudad Indiferente

Noche en la Ciudad Indiferente

Huir se volvió un desafío. Al principio pensé que la estrategia era llenar los días con distintos rostros; amueblarlo con palabras y gestos que iban y venían en torrente, sin que en realidad supieran que tenían que rescatarte.

Sin embargo, todas las caras iban tomando un color austero, un color que puedo reconocer muy bien, el azul de la melancolía que se pinto hasta en mis uñas. Bastante rápido pasó de estar en los rostros que me encontraba, para inundar la ciudad, fue entonces cuando me encontré en un pasillo desolado de estas calles que me acogen con hostilidad, y que siempre he evitado reconocer. En el pasillo donde entendí todo, el color fue tan abrumante que era fácil reconocerlo con todos los sentidos, mientras un niño tal vez muy delgado y pequeño para su edad caminaba descalzo victima de su pobreza, el saxofón tocaba una melodía que describía a la tristeza hasta el punto de unirse a ella, de ser ella misma. Aquella criatura daba tumbos con un globo de helio de alguna figura infantil, con una sonrisa de desconocimiento que solo contrastaba para hacer más profunda aquella podredumbre en la que se basa todo lo humano. Y mi corazón no se sintió aún mas acongojado, no… solo fue consciente de que todas las escenas le seguían, de que todas las miradas le daban la razón, y que su tristeza que antes era infinita solo era una tristeza infinita más dentro de todas, agrupándose hasta formar un ser que parecía tener vida.

Es un ser despreciable, hecho del dolor mismo, del dolor que nos toca a todos y es de la misma garra, un ser que parece un pulpo gigante abrigándonos con sus tentáculos llenos de rabia, de resentimiento, de desagradecimiento, de tristeza, de miedo, de desilusión, de vacíos y de frustración. Y si, en una escena con un saxofón, un niño descalzo y un globo, se puede ver lo peor del mundo.

Perdí el desafío de huir, en ese momento se me desdibujaron las ganas de escapar porque me di cuenta que el pulpo gigante y cada uno de sus tentáculos nos tocan a todos, y no hay manera de evitarlo, no hay rescate más allá de la oportunidad de seguir sin dejar que las heridas se infecten, y por eso escribo, para mitigar la melancolía de las noches frías de una ciudad a la que siento sola y resentida.

“And if you’re still bleeding, you’re the lucky ones.
‘Cause most of our feelings, they are dead and they are gone.”
Youth – Daughter

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