Septuagenario y aún doliéndole haber dejado la década anterior.
Una educación exquisita finalizada en el London School of Business and Finance. Y una oratoria refinada y seductora, rebosante de recursos retóricos.
Decrepitud.
Un pasado de dinero y éxito, de lujo e influencias sociales. Una carrera diplomática que le llevó a recorrer más de medio mundo.
Y un mismo pasado de excesos que acarrearon la pérdida de la familia, del status y del patrimonio.
Supervivencia.
Alquiler, oculto tras el servicio doméstico, de mujer de piel morena, madura, de rotundas formas latinas y pechos plenos aun enhiestos. Y sexo asistido.
Un nuevo problema volvía a enturbiar su precaria estabilidad económica, por eso aquel lunes lluvioso y frio del mes de diciembre salía a hurtadillas del trastero de 25 metros cuadrados que había reconvertido, sin conocimiento de la comunidad de propietarios, en “mini-loft” y en el que había colocado los pocos muebles que su “Ex” le había permitido quedarse tras el divorcio. La gran carencia del trastero, ahora “mini loft”, era el cuarto de baño, no tenía ni lavabo, ni ducha ni w.c. Pero había encontrado una buena solución. Al empezar el día se aseaba en los lavabos del “Oz Café”, la pequeña y agradable cafetería donde desayunaba a diario, a un precio previamente convenido con el jefe, y, por las noches era en el “The Refinery – Regents Place”, donde picaba algo, muy poco, antes de irse a la cama y dejaba hecha la visita al aseo.
Tampoco tenía excesivos problemas con tomar la ducha, pues no eran pocas las ocasiones en que surgía algún plan alternativo. Entonces acompañaba a la dama a su domicilio, donde siempre sugería como “higiénica forma de empezar a conocerse” frotar su espalda entre nubes de pompas de jabón bajo una relajante ducha.
Consiguió salir del edificio sin que el portero de la Comunidad le viera y se dirigió al prestigioso despacho de abogados, sito en 100 Cheapside, donde había concertado cita a primera hora.
Encontró todo tan exclusivo y excluyente como esperaba y como le gustaba.
También era un adicto a la diferencia.
La recepcionista le hizo pasar a una todavía vacía sala de espera.

Mientras miraba distraídamente los cuadros de las paredes preveía que la cantidad que tendría asegurada el despacho para cubrir la responsabilidad civil de sus posibles errores sería considerable. Confiaba en no estar equivocado, pues tal y como había planeado, él sería su próximo error a indemnizar.
Estaba comprobando que el nudo de su corbata estuviera centrado, cuando la puerta dejó entrar a una mujer elegantemente vestida con un traje de chaqueta que definía su estilizada silueta y unos stilettos de vértigo.
Le dedicó su más cautivadora sonrisa, mientras la absorbía con la mirada. La siguiente ducha caliente la tomaría en su casa, se prometió.
La abogada le llevó a un lujoso despacho panelado en madera de ébano con enormes cristaleras, con la típica lámpara de banquero Dragonfly, de estilo Tiffany, y, dos sofás y un sillón Chesterfield de auténtica piel de búfalo, en color cereza, que rodeando una mesa transparente, conformaban una pequeña isla dentro de la estancia, logrando privacidad.
Le ofreció uno de los sofás mientras ella tomaba asiento en el sillón.
-“No puede imaginar cómo me recuerda su despacho al que yo tenía en la embajada de Nairobi.”
-“Que casualidad!”. -contestó con amabilidad. “Espero que eso le haga sentirse más cómodo entre nosotros. ¿Le parece bien si abordamos la cuestión que desea plantearnos y en la que intentaremos ayudarle?
-“Por supuesto. … Es usted muy directa. Siempre me han gustado las mujeres directas. Le pido sepa disculpar mi achaque de nostalgia.” Hizo una pausa mostrando la incomodidad que le había causado el comentario de la abogada y añadió: -”Quizás mi exposición deba extenderse un poco, pero convendrá conmigo en que es absolutamente necesario para la debida contextualización del problema. Se trata de un triste y delicado problema familiar que afecta a la fortuna que nos dejaron mis padres a sus ocho hijos. Algunos de nosotros hemos intentado solucionar las diferencias con sentido común, aunque implicara renunciar a parte de lo que nos corresponde, pero otros de mis hermanos han decidido acudir a los tribunales y plantearnos una absurda demanda reclamando una distribución de la herencia absolutamente injusta e inadmisible. Estamos hablando de un patrimonio de más de dos millones y medio de libras esterlinas …”
La abogada, con una sonrisa, le animó a proseguir:- ¿Podría darme más datos concretos, por favor.?
-“Por supuesto. Me he traído copia de toda la documentación de que disponemos. La cuestión se complica porque tres de mis hermanos han fallecido y son sus hijos, nuestros sobrinos, quienes tienen un punto de vista egoísta y distinto a como se deben hacer las cosas. No comparten que todos los hijos seamos iguales al heredar, tal como dejaron escrito mis padres en sus testamentos.”
-“¿Y qué es lo que plantean sus sobrinos.?”
-“Ellos no tienen en cuenta que la administración del patrimonio familiar ha sido compleja y ha exigido unas decisiones e inversiones que, en estos tiempos inciertos, no siempre han logrado el resultado esperado…”
– “¿A qué se refiere en concreto? ¿Cómo ha afectado al patrimonio familiar? ¿Lo ha disminuido?.”
– “ Me explicaré. Ya le había dicho que explicarle toda la situación exigiría algún tiempo, pero de alargarse, estaría encantado de invitarle a comer en alguno de los magníficos restaurantes que he visto cuando venía hacía aquí ….”
– “Es usted muy amable y se lo agradezco muy sinceramente, pero la política del despacho no lo permite. ¿Le importa continuar, por favor.?.
La miró directamente a los ojos, sonrió disculpándose y continúo realizando la exposición detallada de lo sucedido en la familia.
En un momento determinado, la abogada aprovechando una pausa, interrumpió :-“Me temo que debemos dejar la reunión para otro día, ha terminado nuestra jornada de la mañana. Siento que no la podamos continuar esta tarde, pero ya tengo compromisos anteriores. ¿Le importaría concertar nueva cita con mi secretaria, por favor?
-” Por supuesto. Sin ningún problema. ¿Debo entender, entonces, que su prestigioso bufete acepta defender nuestros intereses en este enojoso asunto.? No sabe la tranquilidad que me produce. ¿Vamos a dejar firmado ya el contrato? Esta noche tengo cena familiar y así podría compartir tan excelente noticia con mis hermanos. … Debe permitirme que le diga que me siento mucho mejor desde que he podido contarle todo este sinsentido. … Y déjeme decirle también, por favor, que es usted extraordinariamente inteligente.” Hizo una estudiada pausa y volvió a plantear:-” Y… aunque ya me ha dicho antes que no es posible, me gustaría insistir en invitarle a comer, le aseguro que estará de vuelta en no más de una hora.”
La abogada sonrió complacida mientras contestaba despidiéndose: – “No es posible. Lo siento. Y respecto a firmar el contrato de servicios, mi secretaria se lo facilitará en unos minutos. Nos volveremos a ver en los próximos días.”
Se quedó mirando el final de la espalda de la abogada mientras ésta cerraba la puerta de la sala de espera a la que le había acompañado.

Sonrió quedamente, ya había metido un pie dentro.

Se dijo que, como siempre, no iba a ser fácil lograr sus objetivos, pero tampoco demasiado difícil.

Estaba totalmente seguro de que seguiría sobreviviendo de las indemnizaciones que obtenía de los seguros y, por supuesto, duchándose con agua caliente.

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